miércoles, 23 de marzo de 2016

A cuarenta años del golpe cívico-militar-eclesíastico
El horror no puede olvidarse, ni aun tergiversarse
por Carlos Madera Murgui


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Hoy  será un día gris para la mayoría de los argentinos, pues se recuerda la llegada de los militares al poder, se conmemora la última dictadura militar, la más sanguinaria de todas. 
Se rememora el terrorismo de Estado que significó el asesinato de miles de ciudadanos. Se recuerda la violación sistemática de los derechos humanos que dejó heridas imborrables en la sociedad. Se resucitan a aquellos, que luchando por un ideal, pasaron a ser “desaparecidos”. Se recuerdan cosas a las cuales ya no se quiere  volver...represión, persecución, muertes.   Se revive parte de la historia que muchos pretenden borrar, pero se rescata historia que no se debe olvidar. Entre 1976 y 1980, pensar distinto podía costar la vida, tanto de quien pensaba distinto, como la de su entorno afectivo .Entre esos años miles de personas fueron asesinadas en las cárceles clandestinas que el régimen organizó en todo el país. Y aunque los jefes militares reconocían haber derrotado totalmente a las organizaciones guerrilleras, la represión contra la población civil no cesó.
Algo curioso de destacar es que la Junta Militar a parte de imponer un sistema, también impuso su propio lenguaje. De este modo y para  encubrir las acciones de secuestro, tortura y asesinato de ciudadanos, inventaron la figura de “Los desaparecidos”. Con este eufemismo sostuvieron que en lugar de víctimas había gente que desaparecía por propia voluntad.
El propósito de los represores del 76´ era instituir una nueva legalidad, una nueva escala de valores y de normas sociales, una “vida nueva manera de vivir”, y con el respeto que merece la palabra vivir...
Los secuestros se realizaban generalmente a altas horas de la noche. Una  patota entraba al domicilio de la persona señalada, le vendaban los ojos, lo encapuchaban  y lo torturaban delante de sus hijos, que después eran dejados con algún vecino, familiar o solos; en otras ocasiones eran llevados con sus padres a los centros clandestinos, para que después sean adoptados por algún represor. Todavía nos deben más de 200. Luego, eran introducidos en vehículos. De allí se dirigían hacia alguno de los centros clandestinos. Y pasaban a ser miles de hombres, mujeres y niños de distintas edades y ocupaciones.
Los represores secuestraban a quienes consideraban "subversivos" a:
*Personas que ayudaban en las villas-miseria;
*Los miembros de algunos de los centros estudiantiles; 
*Periodistas que demostraban su desacuerdo con los represores  del régimen;
*Los psicólogos y los sociólogos;
*Las monjas y/o sacerdotes que llevaban sus enseñanzas a las villas-miseria
*Los amigos de cualquiera de todas estas personas, los amigos de éstos amigos…. … se restableció la democracia y a pesar de los intentos de algunos sectores de hacerla caer de la lucha y de la fuerza del pueblo depende que se mantenga en pie. 
 El golpe militar del 24 de marzo de 1976 , sus consecuencias, sus resultados marcaron a fuego mi generación y ya nada volvió  a ser igual. Los sentimientos particulares van de la mano, no podría ser de otra manera.la construcción de lo que un individuo piensa en su existencia se renueva constantemente, pero la base , esto no tiene discusión, se cimenta en los albores de la juventud, donde es evidente que el escenario de ese ejercicio, ha cambiado , como ha cambiado el mundo, pero también las utopías, las que machaque tras machaque, vidas de por medio, no fueron más utopías. Perder a mi mejor amigo, es muy , doloroso y angustiante de hecho, pero perder a alguien que con muy pocos años demostró la precoz sabiduría, amor a un semejante y desprendimiento personal , creanme marca para siempre. Por lo tanto no escuchan nada imparcial, hace rato que lo saben.
Los genocidas no fueron por tipos violentos, fueron por gente pensante, reflexiva, con compromiso, por eso no están ahora aquí,
Una sociedad que olvida. no sabe donde ir, es igual a una familia.   Algo todavía nos queda por resolver como sociedad, eso es evidente, pero mi preocupación mayor pasa por pensar dónde me encuentro frente a esta coyuntura, frente al rápido y pragmático amontonamiento de la derecha, qué  debatimos ?, qué estamos realmente poniendo en discusión ?.            Creo que hoy, pensando en las causas y las consecuencias que nos dejo la última dictadura,  pensando no sólo en la herencia neoliberal, sino también en algunas frases famosas que hemos acuñado y que ocluyen todo tipo de revisión crítica de un proyecto de país alternativo que sí existió.   Me pregunto, nunca más qué ? Nunca más nos preguntemos que es justo ?, nunca más discutamos como cambiar esta sociedad ?, nunca más de qué? Porque sí de terminar con algo se trata, creo que este es el mejor momento para pensar donde queremos estar.     Sí más de 30.0000 compañeros y compañeras tuvieron que ser desaparecidos, sí mientras hoy continúan siendo actualizados los discursos  excluyentes, donde todo lo que no se puede contener y ordenar se  está destruyendo, propongo dejar la anestesia política y revisar firmemente que proyecto de país estamos buscando.     Por los desaparecidos, por los bebes robados, por los jóvenes que buscan la identidad que les robaron, por las madres y abuelas que luchan por saber que fue de la vida de sus hijos y nietos, respiremos hondo, y sigamos luchando para que no se oculte la verdad y para reclamar la Justicia y el derecho a saber que tenemos. La decisión popular institucional mayoritaria decidió en algún momento por ordenanza que los dorregueros tengamos un recuerdo permanente hacia los asesinados por el terrorismo de Estado, personalmente le agrego como hace mucho tiempo, que debería ser en la plaza principal, donde late el corazón de los pueblos; donde nos tropecemos a diario con el recuerdo del horror vivido, pero también con la fuerza del pensamiento, de las convicciones y del compromiso. Quizás algún 24 de marzo venidero comprobemos la voluntad de quien tiene la obligación de hacerlo. Por eso cada 24 de marzo algo termina y algo comienza. Es la memoria del horror y la potencia de lo nuevo que se abre como oportunidad de emancipación. La memoria, aunque intentemos silenciarla o reprimirla, hace su trabajo y cada tanto nos recuerda los que nos aconteció , los olvidos que intentan esconder, en lo más profundo de nuestras conciencias, las heridas traumáticas, aquellas que siguen allí señalando las deudas impagas, las tachaduras infames, los fantasmas que nos siguen habitando se encargan de evocar.