Aquellos fueron los dias
por Carlos Madera Murgui #
El preconcepto acuñado desde siempre en el periodismo lugareño y desmitificado después de muchos años en el entendimiento de quien escribe, tal es, el anuncio de la auto referencia, como aviso de la explicación de una posición determinada sobre un tema; como si no fueran todas, signadas y fundamentadas en propias experiencias, vivencias, creencias, ideologías y aspectos de la vida misma protagonizada por el enunciante. Toda opinión esta puramente relacionada con lo personal, es indisoluble. Aclarado esto, por si hiciera falta, después de muchos años la comprensión y el análisis de ciertos asuntos se hace completamente más sencillo. La memoria, totalmente selectiva, se refiere a partir de un solo y único hecho, con disímiles lecturas, precisamente desde la óptica de otras tantas personas con basamentos y experiencias de lo más personal. Es cierto sí, que varía la construcción del relato que se quiera difundir. Por eso, lo de lo auto referencial, pasa a un segundo plano, porque está demás aclarar que ningún periodista aunque lo diga, o lo escriba, incluso que lo milite, se desliga en sus dichos sobre algo categórico, sin lo explícito de su idea. Leí hace pocos días un escrito donde se decía que la mayoría de los estudiantes se enteran por otra vía y no en la propia educación primaria o secundaria oficial siquiera, del hecho más sangriento de represión que haya protagonizado el Estado Argentino en todos los tiempos. Los mismos cambiantes gobiernos han fortalecido o menguado las sergas de la historia, y trasladado a los educandos, ni más ni menos igual a las trazas de auto referencia según su visión ideológica. Las distintas dictaduras a lo largo de la historia, con un acompañamiento y complicidad muy sólida de la sociedad civil y eclesiástica, al extremo de confundir a los militares como alternativa válida de una forma de gobierno, tergiversando las obligaciones del Estado y los derechos de sus gobernados. El zigzagueante accionar de la justicia argentina desde el inicio en la actual etapa democrática en el país, marca en nuestra zona con el juicio a los represores del Quinto Cuerpo de Ejército en el TOF Criminal de Bahía Blanca una reivindicación histórica, larga y tardía seguro, pero que algunos podemos invocar después de tantos años, donde el dolor, la estigmatización, la desaparición y la muerte pasaron y seguirán pasando inadvertidas para otro sector seguramente mucho más numeroso. La complicidad civil/eclesiástica/policial/estatal existió en mi pueblo y todo se ocultó en la más cínica y vergonzante actitud que de yapa es fingida oficial e históricamente en su recuerdo, salvo puntuales y muy tibios ejemplos de ello. En mi juventud perdí mi mejor amigo, estoy viviendo y escribiendo por un hecho fortuito ,de no seguir a último momento, estudiando en La Plata, la reclamación y la demanda fue diaria y sostenida a lo largo de los años, ya en facetas de periodista y político. Mi pueblo nos debe, me debe y les debe, con el derecho a peticionar personalmente, el recuerdo en la Plaza principal a los dorregueros asesinados por el Terrorismo de Estado. El municipal en todas sus fuerzas gobernantes está en adeudo, con ellos, con los que nunca volvieron a pisar el terruño, hijos de este suelo, educados y criados en él, incluso a partir del nefasto hecho, del silencio repugnante de quienes bien los conocieron. El paso de los años, devuelve algunas fruiciones basadas en convicciones que no claudican, con lo paradojal de lo personal en un fundamento hiper colectivo, mantenido a lo largo de todo este tiempo. Ese juicio de referencia involucra en la parte querellante a uno de mis hijos en su trabajo personal profesional, como Director Provincial de la Secretaria de Derechos Humanos Bonaerense brindando una rara sensación después de tantos años, que no devuelve la vida, pero que coincidentemente viene a redondear algo por la memoria, la verdad y la justicia en el recuerdo imborrable de tan queridos amigos.
Todo tan cercano y tan lejano para otros, desde aquí,
diferente y tan igual, signados por una lógica tan distintiva como comunidad,
que hace más significativo el propósito, desde siempre en yermo, ante tanta
indiferencia. Renunciar a la identidad,
se debe ubicar entre las más miserables
actitudes personales, grupales o institucionales que puede protagonizar
un ser humano. La sociedad tiene hambre de olvido y ama el presente, de donde
nacen y se reproducen los alivios diarios. A quienes recordamos, también
tuvieron su presente y lucharon y murieron por ideas que encendieron la
esperanza popular ante un Estado armado y bajo ninguna ley, marcándonos con sus
vidas, el valor de la dignidad y la existencia, y que seguiremos evocando, en
un momento de duros pasares, con los ideales intactos, pero con un marco
legal-democrático obtenido y aprendido después de tanto detrimento. Desde
aquellos días se discute la manera de ampliar el círculo de los que recuerdan.
Una afirmación que no me pertenece, sostiene
que es equivalente a persuadir a mirar a nuestro país dando cuenta que
lo mucho que afecta, condiciona, limita y daña la posibilidad de una patria
justa, libre y soberana tiene que ver con lo que instauró e instituyó la
dictadura militar a través del terrorismo de Estado. El recuerdo congénito en
la expectación inquebrantable de saber que se vive como se piensa y no a la
inversa, y que otros dieron la vida, para que ello fuera posible, hoy aparece
vívido en las luchas por lo que sea. Ya nada fue, y será igual.