sábado, 15 de agosto de 2015

EDITORIAL PROGRAMA SABADO 15


La politica necesita ideales elaborados

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Si hay alguien que necesita que se lo recuerden, allá por 1976 se inauguro la más sangrienta, pérfida y abyecta de las dictaduras, con lo peor de las anteriores y el mas macabro de los inventos; la figura del desaparecido. Cambiar la realidad, con libertad era la misión de gentes preparadas en distintos ámbitos, académicos, laborales, de variada instrucción, pero con convicciones firmes, militadas en el sentido justo de la palabra, tan mal usada últimamente, donde la preparación de trabajar detrás de un ideal, comprendía primordialmente saber mediante información, preparación, discernimiento y difusión de una creencia, que las circunstancias llevaron incluso a miles a perder la vida. Algunos con armas en mano, otros con libros en mano, otros con hijos en entrañas, a todos les fue igual.  Cuando sentimos a diario hablar de militancia, del reverdecer de la participación juvenil, añoramos, los más grandes   , otros momentos de la historia, donde la política en esos tramos de las edades, era capacitación, lectura, apreciación, razonamiento. Como toda pasión, como el futbolero que sabe y que está convencido quien es el mejor nro.4 para la selección, en política antes del vaciamiento, todo fervor y efusión implicaba líneas políticas, dogmas, doctrinas y cada uno tenía soluciones en el bolsillo elaboradas a partir de la información, ni cerca de contar con los elementos de ahora, solo era literatura, reuniones, discusiones, ponderaciones .   Mas allá de lo que se pretende hoy inculcar como abc de participación, saber lo que hacer en una votación, es prioritario saber de que se trata, porque se está donde se está y estar convencido de ello. La política es y será durante todos los tiempos, la única herramienta donde la lucha de pensamientos construye el escenario para poder cambiar las cosas, que preocupan a los individuos. La primavera alfonsinista, duro lo que una primavera ; la actitud militante de una juventud movilizada llevo firmemente a creer que la democracia si bien no podía con todo lo que dijo Alfonsín, sí dejo plantado luego de una larga noche, que el estado de derecho y la participación valían la pena, que existía un marco donde la lucha de ideas, no implicaba morir.    Se visibilizaron claramente quienes eran los enemigos, ya no usaron las armas prestadas, ahora usaron el sutíl y letal aparato económico. Pero las cosas siguieron cambiando, la política sufrió su más feroz embate, enancada en el pragmatismo del menemato , copió reflejos de la época y muy pocos resistieron, así nos fue.    Pero el tiempo siguió andando y nuevas muertes, como siempre, muertes, militantes, jóvenes, desposeídos, luchadores, reivindicaciones de una clase que había permanecido en la ignominia. Confusiones ideológicas, pero en un espectro desinformado, no por falta de elementos, por falta de bases, y no me refiero a posiciones, sino a cimientos.    La política necesita ideales elaborados, con pensamientos concretos , creencias con bases ideológicas del espacio del que se trate, no meros cursos sobre como obrar en una elección, sino preparar personas pensantes, o al menos con información por encima de la media , sin desvanecer voluntades en actividades aleatorias muy loables, pero alejadas mayoritariamente de la capacitación política, que construyan ciudadanos con compromiso de creerse capaces de protagonizar la realidad en la cual pregonan militancia.      Se conocen los enemigos y sus armas, poderosas  , vivas ; pero a las voluntades cimentadas en el pensamiento y la creencia es difícil derrotarlas, para eso hay que prepararse. No quiero seguir soportando escuchar a notorios dirigentes sintetizar la política como “ linda”.   Muchos tienen demasiada suerte, algunos derroteros hasta suenan incomprensibles, eso solo se revierte ocupando los espacios con capacidad, no con prepotencia y antecedentes.               El principio de igualdad es la revalorización más importante de los últimos tiempos, en todos los ámbitos, incluso el de la política, única y exclusiva herramienta transformadora, que implica el derecho individual de forjar un suceder.        Por siempre, nuestro pago, reivindica quienes somos y de donde venimos,    solo nos falta preocuparnos por definir que queremos, adonde queremos ir y trabajar para ello.   Eso sí definiendo ideas y creencias y no conveniencias.

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