jueves, 5 de diciembre de 2013

De cosas chiquitas

Por Eugenia Madera
Desde el 2010 funciona en el territorio nacional el Plan de finalización de estudios primarios y secundarios (FinEs). En quince días, en la provincia de Buenos Aires obtendrán sus títulos secundarios 25 mil estudiantes mayores de 18 años, luego de un recorrido en la que hubo no pocas transformaciones.
El programa contempla la cursada regular dos veces por semana de cinco asignaturas por cuatrimestre, debiendo completarse para la obtención del diploma, seis cuatrimestres. Este año, además una resolución de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires estableció equivalencias considerando las trayectorias escolares previas de los y las estudiantes.
Las comisiones de fines funcionan descentralizadamente. ¿Qué significa esto? Que no funcionan  sólo con el trazado de las escuelas medias y Centros de educación de adultos, sino que funcionan donde haya estudiantes. De esta manera, existen comsiones en escuelas primarias, secundarias y también en comedores, iglesias, sociedades de fomento, locales partidarios, clubes, sindicatos. De esta manera se configura un mapa de oferta educativa en  las barriadas más vulnerables de la provincia. Esto genera mayor acceso y menores gastos de transporte. El programa incialmente es creado por el Ministerio de Desarrollo Social de La Nación para la formación de los cooperativistas del Programa Ingreso Social con Trabajo y al comprobarse los resultados, se decide su ampliación a toda la comunidad. La Dirección General de Cultura y Educación de la provincia ejecuta el programa, asignando docentes y estableciendo las líneas pedagógicas. La otra pata del programa la completan las organizaciones sociales, barriales, politicas, deportivas y religiosas que llevan adelante la gestión del programa en los territorios. La gestión consiste en garantizar el espacio físico limpio, ordenado y disponible los dias de cursada, con mobiliario y sanitarios adecuados para llevar adelante una práctica educativa; convocar a los y las estudiantes, reunir la documentación, hacer de preceptores, secretarios y directores de una gran institución diseminada por todo el territorio. Esta figura no es remunerada economicamente, sino que es un trabajo de compromiso y militancia por parte de los participantes. Militancia que también se traduce en los docentes que creen en la educación como práctica politica y de esta manera. Y se organizan para poder tener mejores condiciones salariales y para que el programa sea una respuesta a algunas de las preguntas del sistema educativo.
Existe gran diversidad en el estudiantado. No todas las realidades son iguales. En las comisiones se encuentran personas mayores de cincuenta años que ven la oportunidad de terminar el secundario como una deuda de su juventud que están dispuestos a saldar ahora y para siempre. Entre los más jóvenes las motivaciones y las realidades son diversas: algunos ven la posibilidad de acceder a un empleo mejor, o a una mejor remuneración en sus trabajos, hay quienes lo hacen para obtener mayores herramientas personales, hay quienes lo hacen para poder ayudar a sus hijos con sus estudios o como ejemplo de constancia y hay muchos otros que consideran la posibilidad de continuar sus estudios terciarios o universitarios.
La ruptura del lazo social que significaron los procesos de individuación extrema de la matriz neoliberal han llevado a percibir al vecino como otro peligroso, alguien en quien desconfiar, en lugar de alguien con quien crear un rumbo compartido. En las cursadas, se crean lazos de solidaridad entre vecinos y vecinas que quizás se conocían de otros ámbitos pero nunca percibieron a sus pares en la misma situación. Hay familias enteras en las comisiones, hermanos, madres e hijos, tios y sobrinos cursando historia o matemática y creando historias. Y las hay muchas, como la del profesor joven de ciencias de la educación, recién egresado de la Universidad, que pudo terminar a término su secundario y pudo viajar al centro de la ciudad para cursar su carrera universitaria y su primer trabajo elegido como docente fue una comisión de finEs. Nada más y nada menos que la de su barrio, donde nació y vivió toda su vida. Y ahora, es profesor de sus ex compañeros de la secundaria, de esos amigos que no llegaron a terminar la escuela por diferentes motivos biográficos y que hoy lo están logrando.
A medida que los encuentros se suceden, se ven los cambios en los y las estudiantes. La posibilidad de decir y ser escuchadas es un rasgo fundamental. La recuperación de la palabra en el sentido más filosófico, la recuperación de la posibilidad de decir, de manifestarse, de crear discurso de sus prácticas es revolucionaria en términos de cambios en la subjetividad y en el grupo de participantes.
Esto genera efectos directos en su accionar cotidiano. Personas que pueden establecer condiciones en sus empleos, que se atreben a manifestar disconformidades, mujeres en situación de violencia que encuentran en el grupo una red de contención que les da la fortaleza para plantearse la salida de esa situación. De esta manera, las comisiones y la problematicas de la comunidades se retroalimentan, creando el diálogo que consigna la educación popular, creando conocimiento contextuado. Creando como decíamos antes, la palabra, que es acción y al mismo tiempo reflexión. Y que transforma.

Como dice Galeano, son cosas chiquitas, no terminan con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción pero quizás desencaden la alegria de hacer y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo actuar sobre la realidad y cambiarla aunque sea un poquito es la única manera de probar que la realidad es transformable. 

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