Por Eugenia Madera
Desde el 2010 funciona en el
territorio nacional el Plan de finalización de estudios primarios y
secundarios (FinEs). En quince días, en la provincia de Buenos Aires obtendrán sus
títulos secundarios 25 mil estudiantes mayores de 18 años, luego de un
recorrido en la que hubo no pocas transformaciones.
El programa contempla la cursada
regular dos veces por semana de cinco asignaturas por cuatrimestre, debiendo
completarse para la obtención del diploma, seis cuatrimestres. Este año, además
una resolución de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia
de Buenos Aires estableció equivalencias considerando las trayectorias
escolares previas de los y las estudiantes.
Las comisiones de fines funcionan
descentralizadamente. ¿Qué significa esto? Que no funcionan sólo con el trazado de las escuelas medias y
Centros de educación de adultos, sino que funcionan donde haya estudiantes. De
esta manera, existen comsiones en escuelas primarias, secundarias y también en
comedores, iglesias, sociedades de fomento, locales partidarios, clubes,
sindicatos. De esta manera se configura un mapa de oferta educativa en las barriadas más vulnerables de la
provincia. Esto genera mayor acceso y menores gastos de transporte. El programa
incialmente es creado por el Ministerio de Desarrollo Social de La Nación para
la formación de los cooperativistas del Programa Ingreso Social con Trabajo y
al comprobarse los resultados, se decide su ampliación a toda la comunidad. La
Dirección General de Cultura y Educación de la provincia ejecuta el programa,
asignando docentes y estableciendo las líneas pedagógicas. La otra pata del
programa la completan las organizaciones sociales, barriales, politicas,
deportivas y religiosas que llevan adelante la gestión del programa en los
territorios. La gestión consiste en garantizar el espacio físico limpio,
ordenado y disponible los dias de cursada, con mobiliario y sanitarios
adecuados para llevar adelante una práctica educativa; convocar a los y las
estudiantes, reunir la documentación, hacer de preceptores, secretarios y
directores de una gran institución diseminada por todo el territorio. Esta
figura no es remunerada economicamente, sino que es un trabajo de compromiso y
militancia por parte de los participantes. Militancia que también se traduce en
los docentes que creen en la educación como práctica politica y de esta manera.
Y se organizan para poder tener mejores condiciones salariales y para que el
programa sea una respuesta a algunas de las preguntas del sistema educativo.
Existe gran diversidad en el
estudiantado. No todas las realidades son iguales. En las comisiones se
encuentran personas mayores de cincuenta años que ven la oportunidad de
terminar el secundario como una deuda de su juventud que están dispuestos a
saldar ahora y para siempre. Entre los más jóvenes las motivaciones y las
realidades son diversas: algunos ven la posibilidad de acceder a un empleo
mejor, o a una mejor remuneración en sus trabajos, hay quienes lo hacen para obtener
mayores herramientas personales, hay quienes lo hacen para poder ayudar a sus
hijos con sus estudios o como ejemplo de constancia y hay muchos otros que
consideran la posibilidad de continuar sus estudios terciarios o
universitarios.
La ruptura del lazo social que
significaron los procesos de individuación extrema de la matriz neoliberal han
llevado a percibir al vecino como otro peligroso, alguien en quien desconfiar,
en lugar de alguien con quien crear un rumbo compartido. En las cursadas, se
crean lazos de solidaridad entre vecinos y vecinas que quizás se conocían de
otros ámbitos pero nunca percibieron a sus pares en la misma situación. Hay
familias enteras en las comisiones, hermanos, madres e hijos, tios y sobrinos
cursando historia o matemática y creando historias. Y las hay muchas, como la
del profesor joven de ciencias de la educación, recién egresado de la
Universidad, que pudo terminar a término su secundario y pudo viajar al centro
de la ciudad para cursar su carrera universitaria y su primer trabajo elegido
como docente fue una comisión de finEs. Nada más y nada menos que la de su
barrio, donde nació y vivió toda su vida. Y ahora, es profesor de sus ex
compañeros de la secundaria, de esos amigos que no llegaron a terminar la
escuela por diferentes motivos biográficos y que hoy lo están logrando.
A medida que los encuentros se
suceden, se ven los cambios en los y las estudiantes. La posibilidad de decir y
ser escuchadas es un rasgo fundamental. La recuperación de la palabra en el
sentido más filosófico, la recuperación de la posibilidad de decir, de
manifestarse, de crear discurso de sus prácticas es revolucionaria en términos
de cambios en la subjetividad y en el grupo de participantes.
Esto genera efectos directos en
su accionar cotidiano. Personas que pueden establecer condiciones en sus
empleos, que se atreben a manifestar disconformidades, mujeres en situación de
violencia que encuentran en el grupo una red de contención que les da la
fortaleza para plantearse la salida de esa situación. De esta manera, las
comisiones y la problematicas de la comunidades se retroalimentan, creando el
diálogo que consigna la educación popular, creando conocimiento contextuado.
Creando como decíamos antes, la palabra, que es acción y al mismo tiempo reflexión.
Y que transforma.
Como dice Galeano, son cosas
chiquitas, no terminan con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no
socializan los medios de producción pero quizás desencaden la alegria de hacer
y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo actuar sobre la realidad y
cambiarla aunque sea un poquito es la única manera de probar que la realidad es
transformable.
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