“nos ha tocado la horrible misión de asistir al crepúsculo de la piedad”
( Roberto Arlt)
En la provincia de Buenos Aires, los remedios no
tienen remedio. Tienen presión corporativa. La información periodística de
estos días, señala que la ministra de Salud, Zulma Ortiz, amenaza con renunciar
en medio de una “apretada” de Farmacity. Claro, la funcionaria llegó hasta ese
lugar, bajo la tutela de Mario Quintana, vicejefe de gabinete de Marcos Peña
Braun, y hombre de confianza de Macri. El Ceo de Farmacity, Quintana, tiene una
misión. No de gobierno sino de corporación económico financiera: meter a su
cadena en la provincia de Buenos Aires . Por una parte, tiene influencia sobre
Maríu quien le ofrece una porción de su sonrisa y a su vez, se ve apremiada por
resistencias.
Por una parte, debido a una cultura empresarial
pero también relativa a usos y costumbres bonaerenses, las farmacias, son
consideradas por ley, una extensión del sistema de salud. Las corporaciones de
farmacias no quieren que llegue Quintana, tampoco lo quieren laboratorios
fuertes en el país como Roemmers, Gador, Raffo, Elea, Casasco, Bagó, Temis y
Lostaló, entre otros, que no quieren caer en negociaciones que pueden llevar a
que el jefe de gabinete de ministros de Peña Braun, les maneje de modo
paulatino, la producción. Lo que hace COTO con decenas de industrias tanto que
hoy, en Rosario, quiere vulnerar la ley de descanso dominical para que sus
negocios abran los fines de semana.
Hay una curiosidad en todo esto, la denuncia de
diputados de Cambiemos a fines de mayo pasado cuando expresaron: ““Los
diputados del interbloque Cambiemos denuncian ante la Comisión de Defensa de la
Competencia a los laboratorios por el escandaloso aumento de precios de los
medicamentos durante el período noviembre-mayo”. En esa ocasión, señalaban que
el aumento promedio alcanzaba al 36,5 por ciento tanto que en algunos productos
se sumaban subas que llegaban a un 42 por ciento que vendía el laboratorio
Pfizer. Contaban que algo que produce y vende Andrómaco, tuvo alzas de más del
51 por ciento. Y así sucedía con otros productos. En la embestida, los PRO
llegaban a asegurar para salud de sus seguidores que tenían la decisión de usar
“todas las herramientas institucionales y legislativas para lograr un profundo
cambio en este sector, que mejore la competitividad y brinde una oferta amplia
y de calidad a precios razonables a los consumidores públicos y privados”.
En tanto se reflexiona sobre este aspecto, hay que
recordar que Ginés González García, ex ministro de Salud de los gobiernos kirchneristas,
dijo a cara de perro: “Es difícil controlar los precios de los remedios si
ejecutivos farmacéuticos son parte del Gobierno”. Entonces, podríamos arribar a
una hipótesis: los planteos y diferencias en gobiernos de inspiración macrista,
son parte de las diferencias en el entramado corporativo que lo sostiene. Y eso
es grave porque afecta la salud de todo carácter de una sociedad en su
conjunto.
Aquel interbloque de Cambiemos, denunció los hechos
ante la Comisión de Defensa de la Competencia y aludían a los riesgos de Cartelización.
Al no señalar cadenas de comercialización como el coloso farmacity, hace
suponer que en la presunta denuncia hay un silencio que clama.
Lo que sucede ahora en este conflicto remite a
Roberto Arlt cuando expresó: “nos ha tocado la horrible misión de asistir al
crepúsculo de la piedad”.
Ministros que representan no a la política sino al
corporativismo mercantil, funcionarios que navegan en la trama de las luchas
por los espacios de venta, en este caso de medicamentos, y un cuerpo de
representación política que, tal vez en una porción importante, se desliga de
esa construcción. Jubilados sin aumento, despedidos, personas enfermas que no
alcanzan a comprar medicamentos encarecidos artificialmente con precios que
superan a los de varios países, son el
precio de ese crepúsculo. La acción política de la sociedad más sus
representantes tiene la palabra.
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