Se abrió la caja de Pandora.
Y salieron los
monstruos, los monstruos de siempre, con apetito atrasado. Haberlos mantenido a
raya fue una epopeya. No hay luz al final del túnel del tiempo. Son todas
sombras. Antes fue Etchecolaz en lo de Mariano Grondona y hoy es Gómez
Centurión en lo de Fantino. Debates de las dos partes, infamia de los dos
demonios. Vamos a hacer un documental del Holocausto pero, por favor, no
olvidemos el testimonio de los nazis. Tengamos memoria completa. El próximo
aniversario del atentado a la AMIA no olvidemos de hacerle lugar en el palco a
la delegación iraní. Contemos todo. O si no, mejor: a las víctimas del horror
de Hitler, a los caídos bajo los escombros terroristas en calles porteñas,
digámosle que ya basta, que ya está bien, que nada ganarán mirando hacia atrás,
que den vuelta la página.
La caja de Pandora se abrió porque soplan nuevos
vientos. Por eso el Secretario de Derechos Humanos habla de "rever
contenidos educativos" sobre la dictadura cívico militar. Por eso,
enseguida, una escuela pública hizo circular un video que trata de héroes a los
represores. Por eso una chica puede ir siete horas presa por filmar a un
policía abusando de los derechos de un menor. Por eso uniformados de civil
pueden entrar a una pizzería y sacar de los pelos a mujeres sospechosas de
quién sabe que.
Total, no importa. Nadie preguntará. Por eso
efectivos bonaerenses no se esconden y preguntan a maestros de la Provincia si
adhieren o no al paro. Por eso se infiltran sospechosos en asambleas de gremios
en conflicto. Por eso la policía desata una orgía de balas en la Boca, miente
sobre el caso y culpa a la mujer asesinada de haber tenido la deslealtad de
haber asomado su cabeza mientras los tiros danzaban. Por eso se gastan dineros
públicos (sí, estos también son “tus impuestos” y “la plata de los jubilados”)
en sostener un sistema de espionaje y militancia en la protesta de AGR y
trasladan de a cien gendarmes y carros hidrantes si, por ejemplo, trabajadores
de SANCOR tienen la desfachatez de intentar conservar su empleo.
La marcha del 24 de marzo asustó a los monstruos.
Porque como vampiros que son pierden el invicto apenas asoma la claridad. Ahí
fueron, pues, los dueños de la noche. A seguir sembrando muerte. Se divierten.
Gozan. Ríen como idiotas, en mala copia de un cuento de Horacio Quiroga.
Babean. Escupen. El ejército de los mercenarios de la palabra.
Hay un desafío en estos tiempos difíciles: dar
testimonio. Ser precisos y veraces. Ser confiables. Ser solidarios con el que
cae. Crecer desde la base, postergando pequeñas miserias y egos. Aprender de lo
mucho que nos equivocamos. No imitar al enemigo en sus formas. Es ahora. Antes
de que sea tarde.
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