sábado, 31 de agosto de 2013

Jóvenes y participación ciudadana

Por Eugenia Madera
Ayer a la mañana, mientras leía los diarios y portales de noticias me encontré en un portal nacional con una de esas buenas noticias que la mayoría de las veces pasa desapercibida y que tenía como protagonista a chicos y chicas de Dorrego, más precisamente de Oriente. Decía la nota, me corregirán quienes están llevando adelante el proyecto si no es así, que los estudiantes de 5to y 6to año junto a los profesores de historia y geografía de la Escuela Secundaria Nº 1 de Oriente están organizando un debate con los primeros candidatos a concejales del distrito de Dorrego. En èl, continúa la nota, se le harán preguntas que los estudiantes han recogido a través de una encuesta que le hicieron a los habitantes de Oriente. Las preguntas que surgirán de eso que los vecinos quieren preguntar serán construidas con los docentes del area de lengua. La experiencia será seguramente muy rica en términos de construcción de ciudadanía y de participación democrática de esos jóvenes que recién este año pueden votar. Durante el debate acerca de la ley del voto a los 16 oímos muchos argumentos a favor y en contra. Los que mas resonaron tuvieron que ver con la posibilidad de que estos jóvenes que se introducirían voluntariamente a la vida política serían más proclives a acceder a prácticas clientelares. Como si la edad de las y los electores los convertiría en una “presa fácil”, ese argumento no hace más que infantilizar a todo un sector de la juventud. En todo caso, deberíamos plantearnos porqué subsisten esas prácticas y cómo hacer para modificarlas. Si una hurga en los argumentos de los opositores al voto femenino, ve argumentos parecidos, “van a votar lo mismo que sus maridos o padres” o “no saben” o “no pueden” “no están preparadas”. Lo curioso fue, que luego de ese debate y con una aprobación sólo oficialista de la ley ninguno de los partidos políticos de la oposición incluyó dentro de sus propuestas de campaña este nuevo universo del electorado. Cuestiones que tienen que ver estrictamente con lo que se considera “lo joven”, temas que los incluyan, que los convoquen, que los traten como sujetos de derechos. Aún así, los jóvenes decidieron en las urnas y todas esas predicciones apocalípticas del debate no se cumplieron. Nuestros jóvenes están siendo estigmatizados, etiquetados, señalados con el dedo acusador de un adulto que en lugar de tratarlos como sujetos de derechos, los criminaliza, los infantiliza en acciones histéricas que por un lado pide tratarlos como adultos cuando en materia de “inseguridad se trata”, pero que enseguida los aleja de las decisiones si ellas y ellos quieren hacerse cargo de su presente, y transformarlo porque no les gusta. Durante muchos años, con la ola neoliberal arrasando nuestras vidas, con la cultura del individualismo, del “no te metás” y el “mercado todo lo soluciona” se dijo que a las chicas y los chicos no les interesaba nada, la mirada de los mayores los presentaba como chicas y chicos hedonistas, apáticos que sólo querían divertirse. O peor, quizás con buenas intenciones, como la de la abuela que le dice al nieto menor que el mayor hace las cosas mejor, se los juzgaba tomando como parámetros a otros jóvenes de la historia que mucho habían luchado por el bien común con su misma edad. Ahora bien, ahora que participan, que militan, que construyen solidariamente, se los estigmatiza como militontos, como fuerza de choque, como una juventud ciega con disciplina hitleriana, el mensaje vuelve a ser claro: no te metas. Tan ocupados estamos en encajonarlos en el fichero peligroso, en subestimarlos, en prepararlos para el mercado al que luego van a insertarse, que no nos damos cuenta que la juventud, y la adolescencia, es mucho más que un proceso de transición, es mucho más que una edad cronólogica, es un presente. Como cualquier otro, y como tal tiene una realidad que le es propia, inquietudes, preocupaciones y ocupaciones que le son suyas y que moldean la historia. Ellas y ellos también hacen la historia.

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