lunes, 28 de octubre de 2013

Primera persona (del plural)


Por Eugenia Madera- Programa del sábado 26 de octubre.



No suelo utilizar la primera persona para este espacio. Sobretodo por el poco interés que puede revestir para ustedes, pero esta vez voy a romper esa máxima, porque me siento una testigo de privilegio de esta época, de este momento y me toca directamente.
El martes 22 de octubre no fue un día más para el calendario de mi vida y la de Agustín. Ese día, a las 8 de la mañana preparamos un mate con miel y prendimos la computadora para ver por la tv pública online, (es una decisión no tener tv y por jactarme de esto recibo las bromas de mis amigas) el sorteo por lotería nacional de los créditos para la vivienda única familiar Procrear.  Ya nos habíamos anotado el año anterior para los créditos sin terreno, es decir, aquellos que utilizan tierras fiscales en disponibilidad. Pero en la ciudad que elegimos para vivir hace unos años, aún no hay terrenos disponibles y los que hubieron fueron rechazados por los vecinos aledaños por no aceptar la construcción de un “barrio popular” cerca de sus casas. No sucedió sólo aquí, la junta de firmas para la no llegada de beneficiarios del ProCreAr se dio en varias ciudades… Decía entonces, esta vez nos habíamos anotado para la compra de terreno y construcción de la vivienda, una de las líneas nuevas. Más allá de las probabilidades reales que eran muchas ya que los créditos disponibles superaban el tercio de los inscriptos, teníamos desde hacía unos días, la firme convicción de que saldríamos sorteados. Nos había llegado el correo electrónico de la ANSES con el número de sorteo, que era el 2, el número de grupo que era el 566 y nuestro número que era el 22. Veíamos caer las bolillas para las otras líneas de crédito que se sorteaban, los repechajes de sorteos anteriores en sus líneas de construcción con terreno y refacción y ampliación. Mientras oíamos cantar los números, recordaba que en mi infancia allá por el año 93, con ocho años,  toda la familia se había levantado muy temprano para escuchar por radio nacional el sorteo del servicio militar para uno de mis hermanos primero y unos años más tarde para el otro. Pensé en la ansiedad y angustia de aquellas bolillas y la ansiedad y felicidad de éstas. Prórroga y sufrimiento del Soldado Carrasco de por medio, mis hermanos no hicieron la colimba como siempre le dijo mi padre, que sí la hizo. La comparación de sorteos, compara la diferencia de momentos históricos, de proyectos colectivos. En fin…
Cada cual se fue a cumplir con las obligaciones del día. En mi caso, cada diez minutos actualizaba la página web de la lotería nacional desde el teléfono para saber si ya estaban los resultados. Al mediodía es él quien me llama gritando que estaba viendo en vivo que el 22 había salido y que nuestro número de grupo permanecía color verde, eso significaba que aún tenía cupo y que habíamos salido sorteados. No sé si el total de sorteados lo vivieron con la emoción y la alegría con la que lo vivimos nosotros, pero advertí que esto era en primera persona. La posibilidad de una casa en esta ciudad que elegimos para vivir era tan remota, tan pequeña que directamente no contaba como posibilidad. El problema de la vivienda en el país no viene de ahora, es estructural y este programa viene a cuento a la solución de ese problema, lenta, paulatinamente, claro. Nadie dice que esto sea de la noche a la mañana. De hecho hace un rato les conté que antes, ni bien se lanzó el programa en el Museo del Bicentenario con la Presidenta a la cabeza, acto en el que estuve presente, junto a muchos más que creíamos que era una gran noticia y que había que apoyarla, nos habíamos anotado vía web también en una línea que aún no ha resultado en esta ciudad, sí en otras. Pero las dos nuevas líneas que se sortearon el martes son muestras de que el programa sigue avanzando, para llegar a todas las necesidades habitacionales, o al menos a la mayor cantidad. Esa misma tarde comenzamos a enterarnos de gente conocida que estaba en nuestra misma situación. Susana, va a poder arreglar su casa y Emma construir una casa para vivir con su hijito en Mar del Plata. Guadalupe que el año pasado se volvió a Jujuy salió sorteada allá. Lo mismo le pasó a Carolina en San José, Entre Ríos. Y en La Plata para las diez de la noche los conocidos eran como para hacer dos manzanas. Ex compañeros de la facultad, amigas como Eli y Nadina con las que la charla sobre el precio de los alquileres era un tema recurrente, amigos de la primaria, el primo de tal, el hermano de la cuñada, y así se repetían las historias y las felicitaciones por las redes sociales.
Alguien hizo la comparación, absolutamente atinada, de que los titulares de los 158 mil créditos sorteados llenaban dos estadios de River Plate. Monumental. Y eso que no estamos multiplicando las parejas, los hijos y las hijas, las familias de esos titulares.
Ya tenemos el turno en el Banco Hipotecario, ahora resta completar la documentación para el otorgamiento del crédito, luego conseguir el terreno en venta que no supere los 100 mil pesos. Además de brindar trabajo a quienes trabajen en la construcción de estas casas que luego serán hogares. Todas las condiciones están pensadas para que no se produzca una burbuja inmobiliaria, sino por el contrario contrarrestarla al ponerle un tope al valor de la tierra.  
El crédito se desembolsa en cuatro pagos, bajo la presentación de avances de obra y durante los nueve meses que debe durar la construcción, por ser una modalidad de crédito francés, no se paga la cuota del mismo. Lo que nos permite a los inquilinos, seguir pagando el alquiler del departamento donde vivimos hasta mudarnos a la nueva construcción. La cuota no puede representar más del 40 % de los ingresos del grupo familiar, con lo cual resulta inferior a cualquier alquiler. Además, la tasa es fija durante los primeros años y variable con un tope según los ingresos. Hay 30 años para cancelar el crédito en el primer estadío y 20 en los siguientes. Sin adentrarnos demasiado en el problema de los alquileres, los contratos de alquiler son por dos años, y además del aumento del 20 por ciento año tras año, la renovación del acuerdo cada dos años insume un porcentaje del contrato total que es sólo interés financiero. La especulación con las viviendas llega a niveles insospechados. Por eso la protección del Estado resulta fundamental.

“El saber que no estamos solos, el saber que luchamos por lo mismo, hizo que ayer (por el 22) nosotros, y mucha gente más, conocidas y no, creamos posible el sueño de tener “tu propia casa”. Pero entiendo que es un logro colectivo, ya que por nosotros solos no lo hubiésemos logrado, es por esto que les escribo para agradecerles por confiar en nosotros y darnos la posibilidad de acceder a nuestra casa. A ustedes como gente, como pueblo y como Estado, ya que entiendo que el Estado somos todos y todas” Eso escribió Agustín al otro día y sintetiza lo que es el Procrear para nosotros.  

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