domingo, 12 de abril de 2015
EDITORIAL PROGRAMA 11 DE ABRIL
Las memorias no quedan fijadas de manera definitiva,
sino que se transforman con el paso del tiempo. Las exigencias del presente o
el cambio de las condiciones que determinan su audibilidad y legitimidad, las
políticas de la memoria desarrolladas desde el Estado, entre otros factores,
pueden determinar modificaciones sustanciales en los contenidos de las
memorias. Dias atrás , marzo 24 ,como
cada año , un puñado, según el ámbito elegido, y al mismo tiempo, cosa rara,
pero casi común en mi pueblo, recordamos, conmemoramos, sufrimos, valoramos,
puteamos una vez mas, sostenidos sobre las distintas valoraciones de aquellos
sucesos y sus efectos. La transformación de los discursos y practicas estatales
vinculadas con el pasado dictatorial y sus consecuencias, se focalizaron en
todo el país, en esfuerzos acompañados desde siempre por las organizaciones de
derechos humanos , en la necesidad de vincular la memoria de aquel pasado con
la demanda de justicia. El golpe cívico-eclesiastico-militar apuntalo el
discurso de la guerra contra la subversión contrastando a la mas flagrante complice
violación de los derechos humanos de la cual recuerde nuestro país. En la
ultima década , por redondear, se alcanza un momento en que la centralidad de
la cuestión de la rememoración del terrorismo de Estado aparece plena de
potencialidades. Se han plasmado en la institucionalización de algunas
practicas conmemorativas sumamente importantes y en decisiones de alto valor
simbolico que buena parte de la sociedad considera la etapa dictatorial de
manera impactante, ante el procesamiento de experiencias fuertemente
traumáticas. Esta cultura de la memoria ha modificado definitivamente la
relación entre las representaciones del pasado y la justicia, ya que se vincula
con un proceso de reparación moral, jurídica y algunos o muchos casos,
financiera de la victimas, la creación en diversas latitudes de comisiones
estatales destinadas a establecer las responsabilidades de los involucrados en
delitos de lesa humanidad y la comparencia ante estrados judiciales nacionales
e internacionales de instigadores y ejecutores. Los “lugares “ de la memoria , son
cimentados con todo vigor por quienes todavía recuerdan o esperan , en el
señalamiento simbolico donde vivieron victimas, construcción de monumentos o
espacios vinculados, la represión ilegal. Hay también sectores con
representación que tratan de cambiar, como si la función y la forma de un lugar
borrara la memoria o le quitara
materialidad a la misma. Este programa seguirá en su comienzo pidiendo por la
instalación del monumento o el recuerdo a los asesinados por el terrorismo de
Estado en la plaza central de Coronel Dorrego. Es una deuda invisivilizada por años, se me ocurre sostenida por distintas
valorizaciones de aquellos sucesos y sus efectos. Este año a la conmemoración
oficial se le puso techo y se interrumpió una modalidad de visitar el monolito
del vivero municipal, que servia de paso para que muchos dorregueros se
enteraran, que era ese pedacito de cemento con una placa y varios nombres
grabados que ojala no corra peligro con la modernidad política de nuestro pago,
tan proclive a la negación. Otras conmemoraciones no oficiales siguen machacando
sin privarse de difundir con el consabido componente político que amerita la
fecha ; este año con renovada concurrencia y ante la falta de una comisión por
la memoria lugareña que aglutine la recordación de los sucedidos. La memoria, recordación
y lucha por una verdadera justicia, se convierte en autentico homenaje de vida
para nuestros muertos, eso es mas perdurable que cualquier monumento ante la
mutacion de ciertos discursos y hechos vinculados. El pasado dictatorial sigue
haciendo sentir sus efectos hasta hoy; no existe una perspectiva uniforme en el
conjunto de la sociedad que restablezca a los derechos humanos como uno de los
fundamentos centrales de la legitimidad democrática. La visibilidad y
relevancia se modificaran inevitablemente con el paso del tiempo, pero mientras
algunos con coincidencia generacional nos acordemos de nuestros hermanos
asesinados no ocurrirá. La practica
academica y la rigurosidad de los historiadores sigue y seguirá siendo no
comparable con la memoria y el dolor social. El “deber de memoria” en el compromiso de la
difusión del recuerdo de lo sucedido, a fin de evitar el olvido se convierte en
una obligación moral que excede a victimas y afectados. Nuestro estilo
comunicacional, lejos de un discurso cuasi escolar, trata desde hace varios
años de enfrentar la muda realidad, tarea no sencilla intentando instalar
comprometidas opiniones, por comprometidas y por opiniones ,en un amplio arco
de voces , la mas de las veces confrontadas, en el menú ideologico-politico ,
con mutaciones y desvíos que nutre nuestra democracia que disputamos, disfrutamos
y valoramos a partir de la fuerza del derecho.
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