lunes, 13 de abril de 2015

"ADOQUINES SALVAJES" espacio de GUSTAVO SALA en Testigos de privilegio


 Resultado de imagen para resistencia a la dictadura argentina


Usted, vecino dorreguense, conoció a Juan Amestoy?
 Nos reuníamos clandestinamente en la chacra de Juan Amestoy me relataba Ómar Milano. Ahí se tramaron muchas operaciones de la Resistencia, diseñando el camino seguro para sacar del país a gente de todo pelaje que estaba en peligro. Muchos de los exiliados de la Universidad Nacional del Sur pasaron por Monte hermoso y Guisasola camino a Tres Arroyos transitando senderos de huella, en el mejor caso de tierra... Juan Amestoy supo ser concejal en Coronel Dorrego de Nírido Santagada, su chacra estaba a unos 5 km. al SO de José A. Guisasola. Por razones que no escaparán a su buen criterio, siempre fui allí de noche.... Solían participar de esos encuentros el "Tano" Curzi, Intendente de Punta Alta de la Alianza Popular Revolucionaria y luego del Partido Intransigente a partir del 83, el "Panadero" Moscoso, también de Punta Alta, el Dr. Juan Vera de Bahía Blanca (ex embajador en Méjico en épocas de Frondizi), el propio Santagada, estaban el Albañil y el Chiquito, cuadros que también habían trabajado políticamente con Santagada, además imposible olvidarme del viejo Gasista y su hijo el Plomero. Como verá amigo Sala aún conservamos los reflejos de la clandestinidad y así como siempre me siento de frente a la puerta y con la pared a mi espalda, también sigo protegiendo a los compañeros. Jorge Julio López nos mostró que el enemigo no ha desaparecido, está por ahí agachado entre los pajonales, esperando una nueva oportunidad. Está bien que ya somos todos unos viejitos inofensivos, pero con experiencia....

Esta una historia de héroes, militantes comprometidos que la mass media vernácula ha decidido invisiblizar tomando de ellos sólo esa cuotaparte que admiten como potable. El Juancito Amestoy Presidente del Club Progreso de Guisasola, buen vecino, colaborador de las instituciones, altruista y generoso. Hombre humilde, honesto y siempre dando una mano a quien lo necesitaba. Ese contaba y cuenta para nuestro establishment evocativo. El Juancito Amestoy valeroso, corajudo, que jugaba su pellejo y el de los suyos en tiempos en donde las mayorías dorreguenses festejaban sus bonomías en las parroquias y en las fiestas campechanas, en donde el Rótary y la Sociedad Rural exhibían sus pornográficos manjares con tonos bermellón, apropiándose de cuanta vida y bienes pudieran, ese Juancito revulsivo y contestatario no tiene lugar en nuestra historia. Su chacra oficiaba como parada obligatoria de un vía crucis sospechosamente inexorable. No eran soldados del emperador los que rodeaban las desventuras de sus transeúntes, eran ejércitos adiestrados por la CIA, gerenciados por un suprapoder omnímodo, cancerberos de un Hades que venía a instalar la muerte como savia salvadora. Aún así, y a pesar de los déspotas, nunca torcieron sus fundamentos y convicciones. A pesar del terror, del pánico y de las propias debilidades individuales. En definitiva salvar vidas era el objetivo militante. Cuidándose de vecinos perversos y colaboracionistas, buchones, correveidiles, charlatanes y voyeristas oficiales, o simples curiosos de verdulería prestos al chimento descolgado y prejuicioso.  En ese contexto aún tenemos testigos de aquellas épicas nocturnidades. La maldad de los hombres les ha enseñado que nunca se sabe en donde se esconde el traidor. Sus testimonios nos resultan valiosísimos para comprender los alcances del plan orquestado por la última dictadura cívico-militar: El exterminio de los mejores cuadros políticos e intelectuales que nacieron y se desarrollaron tras los bombardeos del 55, la revolución fusiladora, la proscripción del peronismo, la revolución cubana, la explosión liberadora en África y el mayo francés...

“Veo Sala que usted es de Guisasola y que suele escribir sobre estas cuestiones de los setenta. Le quiero contar sobre él y sobre algunos compañeros que tuve la suerte de conocer y frecuentar en el fragor que marcó la resistencia durante aquellos años de dictadura. Le hablo de hombres sencillos y silenciosos, que abrían las puertas de sus casas, sin hacer preguntas, de mujeres abnegadas que siempre tenían una olla con sopa a cualquier hora, y mientras tanto tendían un par de camas para los cumpas que se jugaban la vida. Veníamos de discusiones previas donde algunos habían optado por la lucha armada, contra los que opinábamos que eso nos llevaría a un desastre peor. Pero no era hora de reproches ni de resaltar diferencias anteriores. El barco zozobraba y había que rescatar a los náufragos. Se viajaba de noche, por caminos de tierra, había postas, recambios, la salida había que organizarla, generalmente al Paraguay primero, para pasar a Brasil, o a Brasil directamente, donde los cumpas que emprendían el camino de "la beca" (los llamábamos "los becarios") se presentaban en la oficina de la ACNUR en San Pablo, para luego ya bajo protección de la ONU, con status de Refugiados, marcharan hacia algún país de Europa que los estaría recibiendo. Eran todos militantes de base, ninguno de "la pesada", tipos que habían quedado con el culo al aire al pasar la cúpula de Montoneros a la clandestinidad. Le hablo de docentes, estudiantes, catequistas, trabajadores sociales a los que les costaba comprender "¿porqué a ellos?" militantes que solamente habían cumplido con su vocación y su inquietud de ayudar a construir un mundo mejor a favor de aquellos corridos e invisibilizados por el sistema. Es importante reconstruir esa parte de la historia no contada, que viene a romper con el mito de que "en la dictadura toda la sociedad" se quedó quieta. Mientras como usted bien señala Sala, estuvieron los Juan Amestoy, y muchos otros más que a lo largo y a lo ancho del país, articularon una red de contactos. En nuestro caso el gran vertebrador y arquitecto, el cerebro detrás de esta operatoria fue don Oscar Alende, y la estructura del Partido Intransigente, con el Rafa Marino como una suerte de "oficial de operaciones" y miles de silenciosos militantes. A nadie se le preguntaba de donde venía, si de más a la izquierda o si de menos a la izquierda. Si se venía del Socialismo o de los Grupos de Base de la Iglesia. Sólo era alguien que debía salvar su vida, y que ponía su vida en nuestras manos (y nosotros en las suyas, ya que se corría el peligro que se nos infiltrara algún servicio). Afortunadamente no sucedió nada de eso. Y muchos siguieron y siguen su vida sencilla. Algunos en la militancia activa, otros retirados. Otros como Juancito allí, dejando huellas de su capacidad y su hombría de bien en sus respectivas comunidades, sin que la historia (hasta ahora) haya descubierto esa otra facetas, impronta tan enaltecedora como las que se le conocieron públicamente. Le confieso Sala que muchos seguimos utilizando nuestros nombres de entonces, y a veces, al tocar un timbre o un portero eléctrico, y ante la pregunta ¿Quién es? usamos alguna contraseña de las conocidas.. Perdone que insista en no darle precisiones sobre ciertos apellidos, no hace falta, cada quien sabe…

2 comentarios:

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  2. "Mucha gente pequeña, haciendo cosas pequeñas, en lugares pequeños, puede cambiar el mundo" (Eduardo Galeano)

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