Despolitizar, premisa de hoy del cualunquismo antipolítico
por Carlos Madera Murgui
Hacerse
una idea de este tiempo argentino vivido tan cargado de intensidades y desafíos
no es fácil. Un tiempo que no nos ahorró ni lo hará, ninguna dificultad, pero que ha sido
terriblemente generoso en abundancia de acontecimientos y experiencias
fundamentales, no sólo para nuestro presente. Todo paso por el tapete y la
discusión, como no lo hacíamos hace décadas. La intensa y apasionada
recuperación de la vida política de una democracia debatiéndose contra leyes
del mercado y sus gerenciadores siempre tras ese paso definitivo; la percepción
de una época, sus búsquedas, sus
turbulencias, la superación de lo inmediato, la lucha por lo definitivo, merece
una comprensión mayor de estos años vividos y marcados a puro fuego desde un
aciago 2003. La anomalía Kirchnerista,
tal cual la denominó el filósofo Ricardo Forster irrumpió desde un horizonte
decadente y fragmentado para aparecer distinto a todo. No había muchas opciones
por otra parte. Pero se encauzaron interrogaciones y fervores adormecidos desde
siempre, pero apasionados por ser de definiciones históricas, que como toda
huella histórica, se nota y valora al tiempo. Pocos acontecimientos políticos
en toda la historia del país despertarán tanta polémica, tantas querellas y
pasiones como la irrupción de estos 12 años y medio de Kirchnerismo. El litigio
por la igualdad como lo acuñó Forster, fue tal ves, lo mas representativo de la
anomalía. Lo previsible en términos de lo vivido anteriormente, fue dado por
tierra con el fin de impunidades materiales y simbólicas como nunca se vió en
la Argentina. La derrota del relato
definitivo de la historia esperada, fue lo insoportable para quienes desde el
infierno logrado no ahorraban en su tarea, ni se ahorran, exigencias de orden
político y moral. Urgencias de la vida política, esas que no están hechas para
los distraídos a la hora de tomar partido reclamaron soberbia honestidad en
años turbulentos donde se volvió imposible mantener la neutralidad en una
realidad de permanente agitación, nada menos que ante la inequidad e injusticia
histórica de un país que no logró nunca sustraerse a la voracidad destructiva
de las masas populares por parte de la economía financiera y mediática. Nunca
más volverá a hacer lo mismo, ya todos conocemos quienes somos, eso fue lo más
valorable de estos años. Nada se dejó sin tocar. Se conmovió el estancamiento y
la repetición malsana de algo previamente escrito, no se eludió ningún
conflicto, tuvo un masivo acompañamiento cuando la comprensión de la lucha
llegó a cada cuero. Todo cambió desde la desmovilización social a la apatía
ante los destinos del país, por otro lado los propios, sin eludir ningún
conflicto. La potencia y la proyección de este tiempo argentino no dejará de
desafiar y seguirá sin duda en los años por venir exigiendo sobre un curso que
la historia quiere sinuoso, pero ya no sin el discurso y la participación
activa rompiendo sobre la hegemonía de matriz con neutralidades hipócritas y
ropajes de falsa objetividad. El
encubrimiento ideológico mediante la
discusión del significado de la palabra política aparece una vez más como arma
de valor a pesar que tenemos más de 200 años como país. Sobre eso hemos
aprendido mayoritariamente, saber sobre la democracia, su interpretación, sus
actores, demandas, progresismos, sobre las izquierdas en crisis, y las derechas
en alza, sobre los intelectuales, sobre el Estado nuestro, nuestras necesidades
y nuestras posibilidades, la contienda es y será definitivamente cultural. La
derecha, la actual, la de los votos al menos, esa que encarna su visión como
sentido común nada menos, apoyada en el documentalismo periodístico, la
alegría, la unión de los argentinos, el diálogo con la gente, la
realidad-ficción. Es permanente y eso es lo que todos ya comprendemos, “ la
construcción política de la realidad”, apropiada por la potencia
representacional del nuevo léxico totalitario de época, ofrecida como la quinta
esencia de la democracia y de la mas plena libertad, pero lo cimientos ya serán
muy difíciles de remover. Despolitizar,
premisa de hoy del cualunquismo antipolítico, salido de la década del 90,
respondiendo a una matriz hegemónica de una época, que llegó cual evangelio a
anunciar el fin de la historia y la muerte de las ideologías. El vacío de
ideales, que los tuvo como ídolos, sueña con una prolongación en la misma
transmutación de sociedad del espectáculo, ya como virtuosos defensores en un
tiempo de indigencias morales, políticas, institucionales. Des ideologización,
aquello de que ya no hay más derechas ni izquierdas, sino todo lo contrario,
porque de lo que se trata, es de gestionar de acuerdo a lo que necesita la
gente. En fin nada que no conozcamos y dicho hace más de 20 años en el símbolo
del elixir. La política es el arte de lidiar con el conflicto y la desigualdad,
con lo que modifica la vida, es la expresión de lo no resuelto , y va en
marcado y franco contrapelo a acciones pasteurizadas por la ficción del
consenso absoluto. Dicho de un modo mucho más directo y simple, desconfío de
esos personajes que contribuyeron con campañas moralizadoras, sin olvidar sus responsabilidades, en la
generación de una época de miserias morales y económicas destituyendo la
dimensión de la política, reduciendola simplemente al engranaje judicial para
su transformación en espectáculo mediático, es alejarnos como sociedad, una vez
mas de la posibilidad de solucionar algunas de las deudas que todavía tenemos y
nos recuerda lo mucho que queda por hacer. Permitanmé decirles, para terminar,
lo de hace unos pocos días: reclamando y ofreciendo honestidad intelectual, o
transparencia ideológica como les guste;
Quienes creemos en la
persistencia de las ideologías y la vigencia de los intereses de clase no tenemos
por qué compartir el optimismo
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