sábado, 19 de diciembre de 2015

EDITORIAL PROGRAMA SÁBADO 19 LADORREGO AM1470- 45 AÑOS

La estrategia de la restauración....
por Carlos Madera Mugui

Resultado de imagen de restauración macrista

La historia no se repite, o al menos y mas allá de los dichos de ciertos lúcidos actores inclinados a ofrecer una visión simplificada, casi nada de lo que aconteció en el pasado regresa ni manifiesta tendencias continuas, aseguran. No obstante en ese sentido, cada época reinicia la marcha de la sociedad sabiendo, lo quiera saber o no,  con marcas profundas talladas a puro hecho en los núcleos decisivos y su ruptura con otros tiempos que han quedado a sus espaldas y sabiendo que puede tratar de dulce melancolía o alivio nacido de saber que no podrá volver a mortificarnos del mismo modo. Los mismos responsables de la catástrofe vivida e ideólogos del libre mercado son los que hoy vuelven a saturar las pantallas y radios esparciendo sus reveladoras verdades dispuesto a borrar la espantosa senda populista , mientras una vez más el mundo serio se dirige hacia otro lado, ese que los argentinos hemos abandonado de la mano de un gobierno ineficiente y ciego, agradeciendo que están ellos desinteresadamente con sus inmaculadas y conocidas recetas que ya probamos con el resultado que no muchos, ahora y por ahora, parecen no recordar. La sacrosanta moneda estadounidense transformada en el máximo fetiche de nuestros desinteresados ahorristas como emblema máximo del interés nacional , donde nada se dice de la renovada puja sobre la renta, menos a la tendencia a una nueva des industrialización, endeudamiento, de mutación hacia la exclusiva valorización financiera, eufemismos que esconden la estrategia de vaciar de Estado a la Nación , tal cual la derivación del estallido del 2001, luego de la experiencia más destructiva en términos sociales y económicos que padeció la Argentina a lo largo de la historia. La estrategia de la restauración sigue siendo la misma: un coctel de catatrofismo heredado con un complemento de la tan declamada ineficiencia gubernamental , más un componente ya no tan sutil, más bien lejos de serlo, en una campaña mediática muy fuerte, fundamentalmente hacia los estratos medios siempre sensibles, operando sobre la desarticulación del socio mayoritario,  el Estado, máximo responsable de la decadencia nacional. Como un calco de lo vivido, hoy vemos de qué modo se multiplican los mismos argumentos y las mismas discursividades, que taladraron conciencias y voluntades hasta que todo estalló, pero en detrimento de todos. La hegemonía cultural corresponde a lo de hoy, donde en recurrencia patológica nuestras capas medias han elegido a sus verdugos; el núcleo propulsor hay que identificarlo en la industria de la comunicación  y el espectáculo, señalando la debilidad de cualquier proyecto alternativo para disputar en ese terreno un relato simbólico. Sociedades vaciadas incapaces de enfrentarse a la evidencia de un sistema corrosivo de toda equidad, fragmentación social, despolitización, sospechas mutuas, cuentapropismo moral y la espectacularización de la vida exitosa de ricos y famosos, en una muy ridícula perversión de reflejos anhelados. Mientras tanto, los acomodamientos o normalizaciones fiscales,( ahora se ahorran la palabra ajuste ), se traducen como siempre en reducción de empleos públicos y sueldos, privatizaciones, aunque ahora vinieron por los todos los huevos, no por la gallina, flexibilización laboral mediante la baja salarial para achicar costos, que es en definitiva, dicen lo que marca la rentabilidad y resguarda la espiral inflacionaria en una política franca devoradora de derechos, de conquistas sociales, de trabajo y hasta de dignidad. Educación y Salud con disminución de presupuesto,  agregado y de cimiento, a lo que indignamente llaman gasto social, liberación de tarifas de servicios públicos, desregulación de la economía  en consonancia con un proyecto acorde a los intereses bancarios internacionales, que los aleje definitivamente del malsano populismo instaurado para desembocar en las costas doradas del primer mundo. Que la historia no se repita y ni siquiera que sea verdadera, que nada de aquello que ha quedado a nuestras espaldas carezca de significación a la hora de buscar dirimir aquellas cosas con las que siguen insistiendo en la actualidad. La fuerza de lo acontecido es proporcional a la intensidad de discutir el presente. El punto central es y será la inflexión que nos permita entender que es lo que está en juego ante el saludable y promisorio retorno del debate cruzado, por demandas políticas, carentes de toda exigencia de neutralidad, sin asepsias escandalizadas. La realidad de un país, es mucho más de lo cualquiera dice que es, la realidad es una construcción continua de multiples actores sociales, culturales, políticos y económicos. El consenso respecto de la realidad termina allí donde empiezan a manifestarse los intereses contrapuestos tan dispares para un  mismo acontecimiento. Lo que divide la visión de país de la sociedad también fragmenta obviamente sus conclusiones. Desde el enfrentamiento cultural de 2008, la sociedad argentina franqueo un muro impenetrable para situarse reclamando a lo largo de estos años maridajes inerciales como nunca en la historia nacional,  apartándose de cuestiones meramente económicas, comprendiendo ciertamente dimensiones de identidad todavía no concluidas y ocupando lugares y pensamientos que no le son propios. Existen sin duda momentos en que es posible sentir la presencia de la historia, este es uno de ellos donde se vuelven abrir intensidades que lejos de estar muertas, estaban dormidas. Ser contemporáneos de momentos así nos transforma en testigos de privilegio una vez más, pero con enormes desafíos ante quienes creen ser propietarios de un destino. El sistema destacando la consolidación de la capacidad democrática,  no ha resultado menor contra el éxito de la prepotencia de las corporaciones,  todas, habilitando una fuerza de la cual había carecido la democracia. Es también cierto y en sentido de valor que ahora las puso donde las puso.

Esta dicho, no hacerlo es dejarse absorber por una retórica que sabe de qué manera crear las condiciones para influir sobre la opinión pública y el sentido común.

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