La estrategia de la restauración....
por Carlos Madera Mugui
La historia no se repite, o al menos y mas allá de
los dichos de ciertos lúcidos actores inclinados a ofrecer una visión
simplificada, casi nada de lo que aconteció en el pasado regresa ni manifiesta
tendencias continuas, aseguran. No obstante en ese sentido, cada época reinicia
la marcha de la sociedad sabiendo, lo quiera saber o no, con marcas profundas talladas a puro hecho en
los núcleos decisivos y su ruptura con otros tiempos que han quedado a sus
espaldas y sabiendo que puede tratar de dulce melancolía o alivio nacido de
saber que no podrá volver a mortificarnos del mismo modo. Los mismos
responsables de la catástrofe vivida e ideólogos del libre mercado son los que
hoy vuelven a saturar las pantallas y radios esparciendo sus reveladoras
verdades dispuesto a borrar la espantosa senda populista , mientras una vez más
el mundo serio se dirige hacia otro lado, ese que los argentinos hemos
abandonado de la mano de un gobierno ineficiente y ciego, agradeciendo que
están ellos desinteresadamente con sus inmaculadas y conocidas recetas que ya
probamos con el resultado que no muchos, ahora y por ahora, parecen no
recordar. La sacrosanta moneda estadounidense transformada en el máximo fetiche
de nuestros desinteresados ahorristas como emblema máximo del interés nacional
, donde nada se dice de la renovada puja sobre la renta, menos a la tendencia a
una nueva des industrialización, endeudamiento, de mutación hacia la exclusiva
valorización financiera, eufemismos que esconden la estrategia de vaciar de
Estado a la Nación , tal cual la derivación del estallido del 2001, luego de la
experiencia más destructiva en términos sociales y económicos que padeció la
Argentina a lo largo de la historia. La estrategia de la restauración sigue
siendo la misma: un coctel de catatrofismo heredado con un complemento de la
tan declamada ineficiencia gubernamental , más un componente ya no tan sutil,
más bien lejos de serlo, en una campaña mediática muy fuerte, fundamentalmente
hacia los estratos medios siempre sensibles, operando sobre la desarticulación
del socio mayoritario, el Estado, máximo
responsable de la decadencia nacional. Como un calco de lo vivido, hoy vemos de
qué modo se multiplican los mismos argumentos y las mismas discursividades, que
taladraron conciencias y voluntades hasta que todo estalló, pero en detrimento
de todos. La hegemonía cultural corresponde a lo de hoy, donde en recurrencia
patológica nuestras capas medias han elegido a sus verdugos; el núcleo
propulsor hay que identificarlo en la industria de la comunicación y el espectáculo, señalando la debilidad de
cualquier proyecto alternativo para disputar en ese terreno un relato
simbólico. Sociedades vaciadas incapaces de enfrentarse a la evidencia de un
sistema corrosivo de toda equidad, fragmentación social, despolitización,
sospechas mutuas, cuentapropismo moral y la espectacularización de la vida
exitosa de ricos y famosos, en una muy ridícula perversión de reflejos
anhelados. Mientras tanto, los acomodamientos o normalizaciones fiscales,(
ahora se ahorran la palabra ajuste ), se traducen como siempre en reducción de
empleos públicos y sueldos, privatizaciones, aunque ahora vinieron por los todos
los huevos, no por la gallina, flexibilización laboral mediante la baja
salarial para achicar costos, que es en definitiva, dicen lo que marca la
rentabilidad y resguarda la espiral inflacionaria en una política franca
devoradora de derechos, de conquistas sociales, de trabajo y hasta de dignidad.
Educación y Salud con disminución de presupuesto, agregado y de cimiento, a lo que indignamente
llaman gasto social, liberación de tarifas de servicios públicos, desregulación
de la economía en consonancia con un
proyecto acorde a los intereses bancarios internacionales, que los aleje
definitivamente del malsano populismo instaurado para desembocar en las costas
doradas del primer mundo. Que la historia no se repita y ni siquiera que sea
verdadera, que nada de aquello que ha quedado a nuestras espaldas carezca de
significación a la hora de buscar dirimir aquellas cosas con las que siguen
insistiendo en la actualidad. La fuerza de lo acontecido es proporcional a la
intensidad de discutir el presente. El punto central es y será la inflexión que
nos permita entender que es lo que está en juego ante el saludable y promisorio
retorno del debate cruzado, por demandas políticas, carentes de toda exigencia
de neutralidad, sin asepsias escandalizadas. La realidad de un país, es mucho
más de lo cualquiera dice que es, la realidad es una construcción continua de
multiples actores sociales, culturales, políticos y económicos. El consenso
respecto de la realidad termina allí donde empiezan a manifestarse los
intereses contrapuestos tan dispares para un
mismo acontecimiento. Lo que divide la visión de país de la sociedad
también fragmenta obviamente sus conclusiones. Desde el enfrentamiento cultural
de 2008, la sociedad argentina franqueo un muro impenetrable para situarse
reclamando a lo largo de estos años maridajes inerciales como nunca en la
historia nacional, apartándose de
cuestiones meramente económicas, comprendiendo ciertamente dimensiones de
identidad todavía no concluidas y ocupando lugares y pensamientos que no le son
propios. Existen sin duda momentos en que es posible sentir la presencia de la
historia, este es uno de ellos donde se vuelven abrir intensidades que lejos de
estar muertas, estaban dormidas. Ser contemporáneos de momentos así nos
transforma en testigos de privilegio una vez más, pero con enormes desafíos
ante quienes creen ser propietarios de un destino. El sistema destacando la
consolidación de la capacidad democrática, no ha resultado menor contra el éxito de la
prepotencia de las corporaciones, todas,
habilitando una fuerza de la cual había carecido la democracia. Es también cierto
y en sentido de valor que ahora las puso donde las puso.
Esta dicho, no hacerlo es dejarse absorber por una
retórica que sabe de qué manera crear las condiciones para influir sobre la
opinión pública y el sentido común.
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