Por Martín Wallach* y Aníbal
Torres** politólogos de la UBA y la UNSAN
Políticos, cientistas
sociales, militantes e interesados por la cosa pública, todos
atravesados por
una misma pregunta: ¿quién va a ganar las elecciones en
2017?
Uno de los grandes
anhelos de la humanidad es poder predecir la conducta humana. Y si ésta es
colectiva, esta aspiración se hace mucho más atractiva aún.
Dentro del campo del
saber existe una especialización que intenta predecir la coordinación (tácita)
de los electores alternando, como se sabe, éxitos y fracasos en los guarismos.
La tarea en mira no es para nada sencilla.
Dicha incógnita es
abordada sin apelar al método científico de las encuestas de opinión y sin
lanzar un pronóstico al aire, espacio que se deja vacante sólo para los
interesados en los juegos de azar. Y lo vamos hacer, ofreciendo algunas de las
múltiples lecturas posibles ante una elección de medio término, como la que
tendremos en la Argentina en el ciclo , en el actual escenario político
institucional y social. Observamos entonces que hay tres interpretaciones de
los resultados que suelen rondar en las mesas políticas, fundamentalmente la prensa
y “la calle”, usualmente esgrimidas sin “dialogar” con las otras lecturas.
1.
Lectura Institucional: este tipo de
lectura en general considera cuántas bancas pone en juego cada partido /
coalición / frente y cuántas gana, conserva o pierde. Este año se renovará un
tercio de la Cámara de Senadores de la Nación y la mitad de la Cámara de
Diputados Nacionales. Los primeros representan a un grupo de provincias que
los consagró en 2011 al calor del entonces denominado Cristinazo;
los segundos representan a un conjunto de ciudadanos de cada
distrito que los eligió en 2013.
En el Senado el FPV
pone en juego 15 bancas y es, por lejos, el espacio que más escaños arriesga en
esta Cámara. La UCR pone en juego 3 bancas, 5 son de partidos provinciales y 1
del extinto FAP, otrora liderado por Margarita Stolbizer.
En Diputados la
representación es más plural: el PJ-FpV pone en juego 42 bancas, Cambiemos 40,
UNA 21 (disputa muchas de las obtenidas en 2013), Progresistas 7, el FIT 3 y
otros partidos 14.
2.
Lectura “Distrito Único”: por las características
del diseño institucional de nuestro país sabemos que este año se realizarán 24
elecciones horizontalmente simultáneas (es decir, en las categorías
nacionales), de acuerdo con la centralización del calendario electoral
dispuesta en 2004. De manera que al considerar los comicios de cada provincia,
surgirá la composición del cuerpo legislativo a nivel nacional. No obstante,
algo que ocurre con frecuencia es interpretar el resultado como si en realidad
se tratara de una elección de distrito único, es decir, como si en cada
provincia se eligiesen los mismos cargos y a los mismos candidatos. De esta
manera es que algunos leyeron en 2009 “El 70% de los votos en todo el país fue
contra el Gobierno”; o en 2013 “El kirchnerismo volvió a sufrir un duro traspié
a nivel nacional”.
3.
Lectura Mediática: para algunos analistas poco
importa la composición de las Cámaras y lo que esto implica para la
gobernabilidad, cuántas bancas pudo renovar o perder cada partido/coalición, o
cómo se comportó la ciudadanía argentina en torno al clivaje “gobierno /
oposición”. Sólo importa lo que sucede en “la madre de todas las batallas”, la
provincia de Buenos Aires. Apelando nuevamente a las elecciones de medio
término antes mencionadas, muchos recordarán como “ganadores a nivel nacional”
a Francisco De Narváez (2009) y a Sergio Massa (2013) cuando en realidad sólo
se impusieron en 1 de las 24 provincias y con una baja representación en el
resto de los distritos.
Cada una de estas
interpretaciones define al “ganador” de maneras diferentes y presenta aspectos
problemáticos. La primera tiende a olvidar que el resultado electoral está
mediado por las reglas del juego, que en sí no se agotan en el sistema
electoral sino que incluyen a las regulaciones en materia administrativa y
contenciosa de los comicios. En el segundo enfoque se descuida analizar el
comportamiento del electorado en cada una de las provincias, máxime en
escenarios de territoria lización de la política. La tercera lectura, adolece
de centralismo y parcialidad, “nacionalizando” desmedidamente una arena
provincial.
Así, resulta una fuerte limitación analítica
absolu tizar cada una de esas lecturas, siendo que el proceso político de la
democracia federal argentina demanda integrar abordajes a la hora de responder
con mayor consistencia quién gana y quién pierde en los
comicios.
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