por Carlos Madera Murgui#
El país padecía los años de plomo. La primavera sólo estaba en el almanaque. El clima político y social era gélido. La muerte andaba suelta y la vida estaba abaratada por el terrorismo de estado. El establishment se solazaba con las medidas de José Alfredo Martínez de Hoz y le agradecía al Ministro del Interior Albano Harguindeguy “el orden” recuperado.
La
cacería de lo que el poder estimaba subversivo estaba como el objetivo de
primer orden.
El
General Ibérico Saint Jean, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires en mayo
de 1977, lo sintetizó con su sinceridad brutal: “Primero mataremos a todos los
subversivos, luego a sus colaboradores, después a los simpatizantes, luego a
los indiferentes; y por último a los tímidos”.
Sobre
la matanza se iba a montar las bases de un nuevo modelo económico.
El
16 de septiembre de 1976, en La Plata, en un nuevo aniversario de la Revolución
Fusiladora, se iba a consumar “La noche de los Lápices”.
Un grupo de los adolescentes, que el año anterior habían obtenido el boleto estudiantil gratuito, después de una larga lucha, iban a ser las víctimas de esa noche siniestra.
Un grupo de los adolescentes, que el año anterior habían obtenido el boleto estudiantil gratuito, después de una larga lucha, iban a ser las víctimas de esa noche siniestra.
La
mayoría de ellos eran militantes políticos de la organización peronista Unión
de Estudiantes Secundarios.
Del
16 al 19 de septiembre de 1976 se llevaron a cabo operativos contra el
movimiento estudiantil. Francisco López Muntaner, María Claudia Falcone,
Claudio de Acha, Horacio Ángel Ungaro, Daniel Alberto Racero, María Clara
Ciocchini, Pablo Díaz, fueron bestialmente torturados en el Pozo de Banfield.
El único que salió vivo de ahí fue Pablo Díaz. Otros chicos raptados en sus
hogares, por Grupos de Tareas fueron Patricia Miranda, Emilce Moler y Gustavo
Calotti. Estuvieron en Arana, Pozo de Quilmes, Comisaría 3 de Valentín Alsina y
Devoto. Luego quedaron a disposición del Poder Ejecutivo.
Los
asesinaron cuando recién ingresaban a la adolescencia. Conocieron el horror
infinito en un tiempo de desprecio. A cuarenta y un años de que los lápices
dejaran de escribir, María Claudia Falcone es el nombre de la Escuela Media
Municipal Nº 7 de Palermo. En el 2006, otro colegio, el Nº 12 de Gonnet, lleva
el nombre de Horacio Ungaro, ahí donde acunó sus sueños.
Y
todos los 16 de septiembre, miles de estudiantes recorren las calles
recordando a aquellos jóvenes. Los que militaban por una sociedad más justa.
Los que libraron la lucha por el boleto estudiantil. Ahí en La Plata, en sus
diagonales, después de los años de silencio, el viento de la memoria trae el
estribillo de aquellas jornadas tumultuosas y esperanzadoras: “Tomala vos / dámela a mí / es el boleto estudiantil”
En
estos jóvenes secundarios con inquietudes distintas, acorde a un tiempo
histórico diferente, que caminan recordando a sus predecesores de hace décadas, está la continuidad de una historia
inconclusa.
Mientras a los pibes la memoria les movilice los pies, Daniel, Francisco, María Clara, Horacio, María Claudia, Claudio, seguirán vivos en el recuerdo. Y los Lápices seguirán escribiendo utopías para acercar el horizonte.
Mientras a los pibes la memoria les movilice los pies, Daniel, Francisco, María Clara, Horacio, María Claudia, Claudio, seguirán vivos en el recuerdo. Y los Lápices seguirán escribiendo utopías para acercar el horizonte.
#Conductor "Dorrego Despierta" de lunes a viernes de 7 a 9 por LadorregoAM1470
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