lunes, 10 de abril de 2017

El choripán como eje de las discusiones por sobre las ideas

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( sobre una idea de Diego Pietrafessa)
Alguien, alguna vez, inventó que en las manifestaciones populares se paga la asistencia con un sándwich de chorizo. “Van por un choripán” se convirtió en un slogan. Curioso, porque ese dato jamás fue corroborado por el periodismo de “investigación” e “independiente”, tan riguroso en ciertos temas, tan desatento en otros. Coincidamos que analizar cifras y guarismos de chacinados como argumento es absurdo, insultante, ofensivo a la inteligencia. Participar de esas discusiones es empobrecer las ideas, que no se defienden intercambiando fotos o comentarios más o menos ingeniosos en redes sociales.
El problema del “chori” es, como todos los asuntos sociales, político. Este plato del menú criollo se ha convertido en metáfora. Danzan aquí conceptos largamente diseminados, con idéntica desinencia: populismo, clientelismo, asistencialismo. Para continuar la rima, siempre lo mismo. El Presidente de la Nación se sumó a la ola y se mostró satisfecho (¿acaso orgulloso?) de que en la jornada del primero de abril se haya movilizado gente “sin colectivos ni choripán”. Debe leerse aquí un mensaje velado: a nosotros nadie nos arrea, nadie nos compra. Es poco constructivo que en nombre de “todos” se use el “nosotros” para enfatizar el “ellos”. Es ofensivo suponer que ciertos actores sociales sólo se manifiestan si se los arrea, si se los soborna. Es ofensivo y es falso.
Lo repite el coro rentado, lo recitan quienes, aún con buena fe, jamás fueron testigos del “chori gratis”. Unos y otros suponen que hay personas que no piensan, no opinan, no apoyan o se quejan sino por un interés particular: tener sin costo alguno la panza mínima y fugazmente llena. El ladrón cree que todos son de su condición. No conciben otra preocupación que por su propia coyuntura y ámbito. Hijos del “no te metas”, primos del “a mí nadie me regaló nada”, nietos del “cada cual a lo suyo”.
La organización de los trabajadores les resulta subversiva, les altera el orden y por eso es orden lo que piden. Un grupo de obreros, de maestras, de jóvenes, no tiene derecho a organizarse, a citarse en una esquina, a contratar un colectivo. Reducen la militancia a un ámbito geográfico y a una consigna: vayamos los que estamos cerca, vayamos de a uno.

Hay mucho por hacer. La tarea es fortalecer los lazos comunes, sostener la apuesta colectiva. Reforzar la unidad. No ser espejos del odio ajeno, salir de las pantallas y los celulares a caminar la calle. Mirar. Y saber que estamos en un desafío que es de todo, menos pan comido.

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