El choripán como eje de las discusiones por sobre las ideas
( sobre una idea de Diego Pietrafessa)
Alguien, alguna vez, inventó que en las
manifestaciones populares se paga la asistencia con un sándwich de chorizo.
“Van por un choripán” se convirtió en un slogan. Curioso, porque ese dato jamás
fue corroborado por el periodismo de “investigación” e “independiente”, tan
riguroso en ciertos temas, tan desatento en otros. Coincidamos que analizar
cifras y guarismos de chacinados como argumento es absurdo, insultante,
ofensivo a la inteligencia. Participar de esas discusiones es empobrecer las
ideas, que no se defienden intercambiando fotos o comentarios más o menos
ingeniosos en redes sociales.
El problema del “chori” es, como todos los asuntos
sociales, político. Este plato del menú criollo se ha convertido en metáfora.
Danzan aquí conceptos largamente diseminados, con idéntica desinencia:
populismo, clientelismo, asistencialismo. Para continuar la rima, siempre lo
mismo. El Presidente de la Nación se sumó a la ola y se mostró satisfecho
(¿acaso orgulloso?) de que en la jornada del primero de abril se haya
movilizado gente “sin colectivos ni choripán”. Debe leerse aquí un mensaje
velado: a nosotros nadie nos arrea, nadie nos compra. Es poco constructivo que
en nombre de “todos” se use el “nosotros” para enfatizar el “ellos”. Es
ofensivo suponer que ciertos actores sociales sólo se manifiestan si se los
arrea, si se los soborna. Es ofensivo y es falso.
Lo repite el coro rentado, lo recitan quienes, aún
con buena fe, jamás fueron testigos del “chori gratis”. Unos y otros suponen
que hay personas que no piensan, no opinan, no apoyan o se quejan sino por un
interés particular: tener sin costo alguno la panza mínima y fugazmente llena.
El ladrón cree que todos son de su condición. No conciben otra preocupación que
por su propia coyuntura y ámbito. Hijos del “no te metas”, primos del “a mí
nadie me regaló nada”, nietos del “cada cual a lo suyo”.
La organización de los trabajadores les resulta
subversiva, les altera el orden y por eso es orden lo que piden. Un grupo de
obreros, de maestras, de jóvenes, no tiene derecho a organizarse, a citarse en
una esquina, a contratar un colectivo. Reducen la militancia a un ámbito
geográfico y a una consigna: vayamos los que estamos cerca, vayamos de a uno.
Hay mucho por hacer. La tarea es fortalecer los
lazos comunes, sostener la apuesta colectiva. Reforzar la unidad. No ser
espejos del odio ajeno, salir de las pantallas y los celulares a caminar la
calle. Mirar. Y saber que estamos en un desafío que es de todo, menos pan
comido.
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