sobre una opinión del periodista Mario Weinfeild
por Carlos Madera Murgui #
El principal editorial del diario La Nación del ultimo martes se titula “El derecho de
propiedad y el caso PepsiCo”. Contiene además una sarta de mentiras sobre los hechos.
La Tribuna de Doctrina se indigna ante un fallo de la Cámara Laboral que ordena
reincorporar a algunos trabajadores de PepsiCo. La sentencia, afirma, vulnera el derecho
de propiedad, que define de modo imperdible. “Los derechos naturales fundamentales son
anteriores a la creación del Estado. Son aquellos que posee todo ser humano por el solo
hecho de haber nacido. Los más relevantes son el derecho a la vida y a la libertad, es
decir, a elegir cada uno su propio camino siempre que respete el derecho de los demás.
Les sigue el derecho de propiedad”. (textual) La cita parece larga pero no tiene desperdicio.
Se consagra o se persigue un “nuevo” orden legal.
El derecho de propiedad precede según La Nación a muchos otros, incluso al Estado
mismo, se franquea la derecha autóctona.
No eran esos los principios de la Revolución
Francesa ni tampoco los de la Constitución Nacional de 1853 que consagraba una
cantidad de derechos en rango de relativa paridad.
Para la Carta Magna, según
jurisprudencia de la Corte Suprema constante durante décadas, la propiedad no
es solo la titularidad de bienes, como propugna La Nación. Por el
contrario “comprende todos los intereses apreciables que un hombre puede
poseer fuera de sí mismo, fuera de su vida y de su libertad. Todo derecho que
tenga un valor reconocido como tal por la ley”. La sociedad, entonces, no es un
conglomerado reducido de dueños sino una comunidad de ciudadanos,
propietarios o no de bienes materiales.
El artículo 14 bis fue incorporado a la
Constitución en 1957. Incluye derechos específicos de los trabajadores, entre
ellos el de huelga y la protección contra el despido arbitrario. Son su
propiedad, bien entendida.
La Reforma constitucional de 1994
amplió la esfera de derechos humanos, considerando parte de su texto a los
tratados internacionales. La Nación ignora esos avances.
Tal vez su pretensión cabal sea más
ambiciosa medida políticamente y más modesta si de tiempo se trata. Lo que
procura es adelantar un año: sentar las bases de la reforma laboral que el
gobierno está maquinando, que el establishment económico le pide y que la
fraudulenta democracia brasileña acaba de establecer. Una norma que
despoje a trabajadores y sindicatos de derechos básicos, que forman parte de
las mejores tradiciones occidental y argentina.
Las corporaciones empresarias claman
junto a esquivos inversores, explicando sus sesudos gurúes económicos, que no
convalidarán “el costo argentino”. El ministro de Trabajo, Jorge Triaca
balbucea imprecisiones cuando se le pregunta sobre el tema. Hay que esperar,
claro, en las elecciones, a una victoria
sobre “el populismo”.El rumbo está fijado. La Nación se coloca a la vanguardia
de la cruzada.
Joaquín Morales Solá incurrió en un
giro de lenguaje coherente , escribió textual: “la Justicia ordenó que las
fuerzas de seguridad desocuparan una planta de la multinacional Pepsico, tomada
por un grupo minoritario de ex trabajadores conducidos por dirigentes de la
izquierda dura”.
“Ex trabajadores” es un hallazgo, por
ahí menos obvio que el editorial ¿Por qué causa serían “ex trabajadores” los empleados
quienes consiguieron su reincorporación por una decisión de “la Justicia” que
hasta hoy no ha sido revocada?
La hilacha ideológica se intenta
disimular pero queda expuesta.
Los laburantes argentinos, con mejor
lectura constitucional que La Nación, reivindican para sí la condición de
trabajadores, tengan o no conchabo. “Son” más allá de cómo “estén”.
La privación puede ser completa o
parcial. Los incumplimientos empresarios generan la informalidad que despoja a
los trabajadores de varios derechos: vacaciones, aguinaldo, indemnizaciones por
despido, jubilaciones, coberturas sociales.
Definirse -y exigir ser
reconocidos como- “trabajadores desocupados” o “de la economía popular”
son conquistas arduas, meritorias y, claro está, insuficientes.
Como fuera, el nombre es atributo
de la cosa: los trabajadores de PepsiCo no perdieron su condición de
tales por la arbitrariedad patronal aunque se haya cercenado el ejercicio de
sus derechos.
El clasismo explícito se expande en la
era de Cambiemos.
La clase propietaria, propugna La
Nación es previa al sistema democrático, sus prerrogativas deberían ser
intocables. La “derecha moderna”, envalentonada, es reaccionaria al mango.
PepsiCo es, no más, un caso testigo.
Por eso no les preocupa si se
cumplió el Procedimiento preventivo de crisis. Por eso no indagan cuántos
laburantes firmaron transacciones (bajo presión) y cuántos se rehúsan. Por eso
se desentienden de su futuro.
Las empresas deciden y los demás
agachan la cabeza. He ahí la distopía liberal que trata de abrirse camino. No
será sencillo aunque se cuenta con lo primero que es la voluntad. Que se
concrete o no, dependerá ,como es regla en los conflictos políticos y sociales
de la correlación de fuerzas.
# Conductor "Dorrego Despierta" de lunes a viernes de 7 a 9 por LadorregoAM1470
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