en lo profundo del pozo todavía no se ve el piso...
por Carlos Madera Murgui #
Un día, el presidente admitió en su
declaración jurada que tenía plata en un paraíso fiscal y un día después lanzó
una “amnistía fiscal” para los fugadores seriales de divisas como él y su
familia. El anuncio, a su vez, lo enmarcó en otro gran anuncio de alto impacto:
el pago a jubilados con juicios contra el Estado por mala liquidación de
haberes, en este caso con un impuesto que se les cobraría a los que repatriaran
sus capitales .
Es decir, hubo una solución legal para
los que desfinanciaron al fisco, produciendo el bache que perjudicó a los
jubilados en los ‘90 y, en simultáneo, una supuesta reparación para las
víctimas, que tendría que haber sido solventada por las arcas del Estado
robustecidas por la supuesta recuperación de divisas. Visto así, en apariencia,
cerraba perfecto, la plata estaría disponible, en teoría, porque sus anteriores
victimarios la iban a introducir al sistema financiero que antes evadían.
Estamos en presencia de un gran gesto
confesional: los que saquearon, vueltos a poner al comando del Estado que
vapulearon con políticas de rapiña,
prometieron subsanar el desaguisado por ellos mismos generado, si se les
generaban las condiciones para que no haya reclamo que los hagan desistir de su
imprevista solidaridad.
La pregunta, es si verdaderamente la
plata la van a poner ellos, los fugadores, en un mea culpa de dimensiones
históricas, o la seguirán poniendo los que siempre la ponen, aunque por otros
canales.
El proyecto del oficialismo pretendió
cerrar así, con un anuncio explosivo, un capítulo del desfalco, pero no aclaró
ni dijo que el dinero que retornó, en vez de generar inversiones en producción,
trabajo y nueva recaudación fue a parar a la timba financiera eximida de
tributos.
Del Fondo de garantía, integrado por las
acciones de las empresas que el Estado tiene en su poder tras la estatización
de las AFJP, nada más se supo, son 750 mil millones de pesos
Esa plata, hasta ahora, servía como
reaseguro de las demandas generales del sistema, que se financiaba con aportes
de activos pero también, y sobre todo, con dos impuestos, el IVA y Ganancias,
que dependen del nivel de recaudación, que a su vez depende del funcionamiento
positivo de las variables económicas.
El FGS sostenía la posibilidad de hacer
frente a los aumentos semestrales del sistema de todos los beneficiarios,
desconectándolo de los ciclos con altibajos de la economía. Es más, ese dinero
fue, hasta la llegada del macrismo a la administración estatal, a fondear
planes anticíclicos (el Pocrear, el Progresar, Procreauto, la AUH, el Ahora 12)
que sostuvieron el nivel actividad, la tasa de empleo y la recaudación
necesarios para pagar los haberes de la totalidad de los pasivos, los de más
bajos ingresos y también los de mayores ingresos, garantizando previsibilidad y
cobertura general: En la Argentina,
hasta fines de 2015 el 97 por ciento de personas en condiciones de jubilarse
recibía algún haber después de una vida de trabajo.
Lo que teníamos fue una idea que trajo
beneficios al conjunto e hizo viable el sistema. La del macrismo, es otra, vino
a generar imprevisión y hasta intemperie en el resto, aunque esto no lo diga
nadie.
Aunque no haya sido el enfoque de las
coberturas periodísticas mayoritarias en la radio y la TV. La promesa de
eliminación del único impuesto a la riqueza vigente va en un único sentido:
garantizarle al fugador arrepentido que el dinero que traiga al circuito legal
no será importunado por la AFIP, porque el marco tributario será rediseñado de
tal forma como para que sea lo suficientemente laxo a las pretensiones
históricas del sector que fuga las divisas bajo mil excusas, y que el
presidente y su gabinete tan bien representan.
Lo que hoy hay que plantearse urgente es
qué ocurre con el sector pasivo que depende de la recaudación en una economía
que tiende a reprimarizarse, a estancarse y a recaudar cada vez menos
impuestos. Del mismo modo que habría que indagar sobre cuál sería el beneficio
de los empoderados circunstancialmente con la actualización de sus haberes, en
un contexto de devaluación y alza de tarifas que recortan sus capacidades
reales de consumo y ahorro, en un país que vuelve a trazar una línea entre
incluidos y excluidos a niveles noventistas.
Lo que se tiende a
avizorar, si se analizan las medidas del macrismo como un todo, es que hay en
mente una nueva política previsional donde retornarían con fuerza las ideas que
procuran derechos a los que individualmente puedan proveérselos y se margina a
los que no. En teoría, claro. El sistema de
AFJP comenzó así, supuestamente empoderando a los que individualmente podían
pagarse una jubilación mejor y dejando al resto a la deriva.
Lo que pocos recuerdan
es que todo terminó siendo una estafa, el gran negocio de un pequeño grupo de
empresas y bancos, y que el único que estuvo ahí cuando quebraron y se quedaron
con la plata de los abnegados aportantes al paraíso jubilatorio que prometían,
el único que estuvo ahí para garantizarles un ingreso fue el Estado,
financiado, entre otros, por los impuestos que también pagaban los excluidos
con el 21% de IVA, mientras los fugadores seriales llevaban su plata a Bahamas,
esa que dicen ahora entre otros disparates, que no
es delito y que ayuda a la Argentina a salir adelante, para pagarles a los
jubilados un haber digno que les escamotean y que en lo profundo del pozo todavía
no se ve el piso.
# Conductor "Dorrego Despierta" de lunes a viernes de 7 a 9 por LadorregoAM1470
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