Cambiemos, una forma de ser…
Del periodista Gustavo Varela,
doctor en ciencias sociales, investigador y docente de la Universidad de Buenos
Aires .Ensamblado de opiniones sobre el macrismo y la realidad, trabajo comenzado
en enero de 2016.-
No se parecen a nada de lo que
conoció la política argentina. Hacen de la eficiencia un culto y de la falta de
pensamiento crítico una herramienta. Desde allí construyen conceptos que no son
ideas sino aplicaciones. Es lo que fue y lo que se viene.
Son otra cosa. No son la rancia
aristocracia del siglo XIX; no son las fieras fascistas del treinta. Se parecen
a los de la Revolución Libertadora. Pero estos de ahora son definitivamente
otra cosa. Varias, no una, pero lo que más son, es efectivos.
En la política son de genealogía reciente, de fines de
los años setenta y comienzos de los ochenta: finanzas y era digital. O sea,
máquinas de producción y resultado. Ni Roca, ni Agustín P. Justo, ni Frondizi.
Ni Onganía, ni De la Sota, ni Cobos. Eso es carne vieja. Los de ahora son
buitres de carroña actual. No son de derecha: no es ese el rango que los mide.
Son otra cosa; neo-empresarios, de bicicleta, aire libre y viernes casual. No
tienen país de origen, no les importa la Argentina. Pueden vivir aquí o en
cualquier lado.
No son conservadores ni ilustrados. Son gentes a pura
eficiencia y con muchos recursos técnicos. No tienen cultura, apenas aquella
necesaria para el desplazamiento. En general son iletrados, de bostezo fácil
frente a un libro.
Tienen preocupación por las formas, porque es parte del
mismo asunto. Formas superficiales, de páckaging de felicidad y armonía, de
cartel en el subte que dice: “Si alguien se siente mal, ayudémoslo”. Lo obvio
se convierte en slogan. Este marketing de vida sana y comprensión es la exudación
de la economía política que sostienen.
Son corporaciones que negocian. Ni fábricas fordistas ni empresa
familiar. Estas corporaciones no tienen dueño, los excede. Son más grandes las
acciones que la voluntad individual de un dueño. Por eso no importa si es Mauricio Macri o
quién sea. Macri es un muy buen exponente, sí, pero el asunto es más amplio, de
inscripción internacional, de lazos más complicados, de intereses cruzados.
Tienen entrenamiento en el exterior, todos bajo el ala
de las finanzas; son eficaces, muy eficaces para lo que quieren. Insisto: no
son la derecha ni son conservadores. Son neo. Pura demolición a fuerza de
anticipación financiera.
Neo; no es ambición sino procedimiento: es la forma de
operación sobre los otros. La eficacia no admite caras, ni parentescos, ni
pertenencia grupal. Cuando hablan de equipo es porque los vínculos responden a
esquemas funcionales. Son cuerpos de abrazo rígido, de compromiso con la tarea
y nada de comunión. Es un
equipo gélido. Por eso se abrazan como
repeliéndose.
La forma de operar sobre los otros es bajo una
apariencia (amenaza) de modernización permanente. El Ministerio de
modernización es la institucionalización del dominio financiero por encima de
cualquier otra razón.
No son humanistas, no dudan. Retroceden, a veces, pero
no dudan. Saben a dónde van y no necesitan que haya alguna mediación. No tienen
un proyecto de país. No les importa. Son lo más agudo del capitalismo, su
bisturí más impiadoso.
No es un nombre. Son otra cosa: una raza política nueva
que casi no conocemos.
La administración del gobierno actual tiene una forma
específica de ejercer poder: es la política vaciada como aplicación (app). No
hay votantes, hay usuarios. Eso ofrecieron en las elecciones: aplicaciones para
usuarios. Es decir, herramientas de uso y habilitación personal: ser felices,
estar todos juntos, la alegría es poder colaborar, en todo estás vos, mirar al
futuro. La aplicación más elocuente: cambiemos. Ante cualquiera de estas
aplicaciones, la fuerza argumental en contra es vista como violencia. Y en el
colmo de la aplicación, como soberbia.
La política como aplicación es el desplazamiento del
elector al usuario móvil.
Sergio Massa como opositor peronista es una aplicación
del gobierno actual. En otras funciones, lo mismo Hugo Moyano y también lo fue
el Momo Venegas. Los intendentes radicales, volver al mundo, el fin del cepo,
ñoqui, contra militancia, todas son aplicaciones conminadas al uso y la
propagación. Y efectivas para administrar usuarios. El yaguareté de los
billetes es la aplicación “basta de historia política”. Multitasking Pro.
Narcotráfico: la reiteración del tema, la insistencia y
difusión permanente, es la composición de una nueva aplicación. Es necesario
instalar el ícono en cada pantalla: Narcotráfico. No vemos claramente qué es;
es suficiente el ícono.
La aplicación es eficiencia sin ética ni compromiso. Por
eso puede ser una y lo contrario. Carlos Melconián: “Vamos a devaluar”; Macri,
un día después: “No devaluamos”. La aplicación se actualiza. Todo es posible.
Cedamos siempre el asiento. Dejemos bajar antes de
subir. Tiremos la basura en los cestos: aplicaciones para la vida Pro. La más
clara, la que indica el gesto de un solapado disciplinamiento social: Esperemos
siempre detrás de la línea amarilla.
No todo es aplicación. El poder judicial, el poder
mediático y las fuerzas de seguridad no son aplicaciones, son la garantía de
funcionamiento de las aplicaciones. ¿Para qué? Para la marcha precisa de la
economía financiera y del vaciado político.
El ícono Pro, con su tecla de avance, no es un partido
sino una aplicación con voluntad de vaciado político. El gobierno Pro no fue
votado, fue descargado por un 51 por ciento. Esa es su conquista inesperada. Y,
a la vez, toda su fragilidad.
El macrismo crea realidad. En su aparente torpeza, en su
aparente estupidez, crea realidad. No refleja lo que es, no oculta lo que es.
Crea, inventa, produce. No en paralelo a otra cosa. Crea un sistema hecho con
palabras, con significantes vacíos, con deslizamientos, con gestos específicos.
Acusarlos de mentirosos es inútil,
no sirve. Porque crear realidad no es mentir, es más grande, es otra cosa. Es
una puesta en escena sin afuera. Una política sin afuera. Preguntamos:
¿pero cómo, no ven la realidad? La pregunta es inútil: no hay afuera. Crean
realidad: crean cuerpos para esa realidad, crean situaciones, crean un discurso
con pocas palabras.
¿Cuántas palabras tiene el vocabulario Macri? ¿O el
vocabulario Bulrich, ella o él, es lo mismo? ¿Cuántas? No importa. Crean un
lenguaje con poco: felicidad, cambio, no volvamos para atrás, sí se puede,
vivir mejor, todos los argentinos, equipo, en todo estás vos, vecino, juntos,
nosotros. ¿Engañan? No, inventan un lenguaje atractivo. Un vocabulario tela de
araña, atrapante, anhelado. Un conjunto acotado de conceptos que se definen
entre sí: Felicidad es el cambio; no volvamos para atrás es lo que el vecino
quiere; el vecino es todos los argentinos que quieren la felicidad; el equipo
es todos juntos, se puede, vecino y vecino, los argentinos, la felicidad.
Nosotros, cambiemos, se puede. El vocabulario es circular y tautológico. Y muy
eficaz. (tautológico): expresión obvia, vacía y
redundante.
Crear realidad es crear una red de conceptos que
forman un sistema, y ese sistema es la construcción de una verdad sin afuera (a
esto llaman posverdad). Una pura tautología, un espejo, una tela de arañas de
la que no es posible salir. Si no entrás, te quedás pataleando en la puerta.
Por eso, para muchos de nosotros, la sensación de la
época es la impotencia. La impotencia es más grande que la bronca y más grande
que la tristeza. Cualquier expresión del afuera, cualquier discrepancia
política es un absurdo, molesta, está fuera de lugar. Es puro exceso. Ante este
conjunto de conceptos creados por el macrismo, hablar, decir, opinar,
enfrentar, es un exceso que atenta contra un “nosotros” permanente.
Contra el pensamiento crítico, los talleres de
entusiasmo . El macrismo es un diluyente para cualquier argumento y la impotencia
se hace visible.
Nuevamente: ¿Cuántos conceptos
tiene la realidad Cambiemos? Evidentemente muchos más de lo que vemos y todos
los que vemos: Macri tomando mate o abrazando a un pobre o tocando el timbre en
Berazategui es un concepto, es una creación de realidad Cambiemos. Los besos al
aire de Vidal son un concepto, también son realidad Cambiemos. “Nosotros”, “en
todo estás vos” son una puesta en escena, no una forma de inclusión.
La cara de María Eugenia Vidal también es un
concepto: su gesto es muy eficaz para la incorporación de jóvenes a este
sistema cerrado de una realidad propia. Toda ella es el vecino, toda ella es el
sí se puede, toda ella es el “en cada rincón estoy con vos”. Es una reificación
del concepto, una puesta en acto. En ella, en las señas de su cara, en su tono
de voz, los conceptos se hacen visibles. Vidal, en esta realidad Cambiemos, es
pura ganancia.
Una política sin afuera requiere de
un sistema de captura almibarado. Vidal es sedosa, envolvente, casi etérea.
Ideal para la captura. Convierte el afuera en una situación sensible: Lucha contra el narcotráfico está incorporado, no como problema, sino como una
puesta en escena: lo que más se ve del tema no es la droga sino el “sacrificio”
de tener su hogar en una base militar.
Vidal es la Mujer Pro, la Mujer candidata. No necesita
casi de nada. Su apariencia piadosa y su derrame Pan Triste, son más
eficaces que todo Durán Barba. No le teme ni a Macri ni a Carrió.
En esta lógica, ¿dónde situar
a Milagro Sala, a Santiago Maldonado,
las tropelías en el poder judicial, la precarización laboral ? La respuesta del
macrismo es la de remitir a significantes vacíos: está en manos de la justicia
es el utilizado para Sala, por ejemplo. Los significantes vacíos son parte del
sistema de realidad Pro.
El pobre, el jubilado, los que
duermen en la calle, los desocupados no son significantes vacíos. Pobreza
cero, reparación histórica, emprendedores son conceptos de la matrix Pro que no fueron suficientes
para convencer. Parece no alcanzar. ¿Nos mintieron? No. ¿Qué hicieron? Crearon
más realidad: vamos juntos hacia adelante, nuestro compromiso es que vos
llegues, juntos venimos bien, “yo quiero darte todo lo que falte”, dice una de
las canciones Cambiemos. O sea, no hay que profundizar ni discutir las causas.
Lo que hay es futuro: lo que vemos como mentira o engaño es una promesa a
futuro.
El concepto “futuro” es un andamio
fundamental en la construcción actual de Cambiemos: “sabemos
que hay muchos que no ven todavía la mejora en la economía”; “van a llegar las
inversiones”; “cómo no sentir esperanza”; “en equipo lo estamos haciendo
posible”. La máquina conceptual del macrismo tiene en el futuro el soporte para
mantener una política sin afuera. Mientras tanto, la puesta en escena funciona
y el grado de eficacia es enorme.
Pero, la promesa de lo que ha de venir tiene fecha de
vencimiento. A diferencia del pasado, que no vence, el futuro en la economía y
en la política sí tiene fecha de vencimiento.
Entonces lo real, lo que sucede, el afuera arrollador se
impone por encima de cualquier realidad creada y sin ninguna mediación.
http://mensajera.info/cambiemos-no-es-un-gobierno-es-una-compleja-patologia-social/
ResponderEliminarCarlos. Te dejo una nota que circula por la misma ruta y que me publicaron en La Agencia Latinoamericana de Noticias sobre DD.HH y Sociales. Se titula Cambiemos no es un gobierno, es una compleja patología social. Por cierto es una artículo que me trajo enormes satisfacciones.