Cobardías aceptadas, valentías
soslayadas…
Si hay algo que distingue al
mundo de las ideas es su lejanía con el concepto de propiedad privada. Las
ideas, los paradigmas, van evolucionando con el tiempo. Una idea se va
edificando a través de re-lecturas que le fueron agregando elementos y dilemas
de cada contemporaneidad. Cada pensador temporal
que la trata pone sobre ella giros hasta el momento no pensados. Se llama
pensar lo pensado. No se puede pensar a Kant sin haber pensado a Descartes, ni
a Sartre sin haber pensado a Marx y así podemos hacer un recorrido bastante
largo hacia el pasado.
Pero de lo que si es propietario el político es de la praxis
política a través de tus actos concretos. Vale decir, qué hace el político en
la práctica con esa idea que dice expresar. Como alguna vez nos sentenció
durante su cátedra universitaria un viejo académico de Economía Política:
"El límite de la praxis progresista aparece ante la primera reunión que
tiene con un empresario oligopólico"… En este aspecto
en Coronel Dorrego predomina cierta adolescencia política cuya plataforma es la
antipolítica, sobre todo cuando se exhiben ciertas contradicciones. Cualquier
crítica es tomada como algo personal y se la asocia con la soberbia de quien la
realiza en lugar refutar la argumentación. Resulta que no podemos ni debemos
decir nada porque eso hiere ciertas susceptibilidades del vecindario. Es
lamentable que ese discurso banal haya tomado cuerpo. La política es conflicto
y consenso. No se puede arribar a un consenso si no se parte de un
entrecruzamiento de ideas que chocan buenamente. No
hay que tenerle miedo a las palabras, ir de frente siempre ha sido buena señal,
hay que tenerle miedo a esos candidatos que nunca expresan lo que son y cómo
piensan sobre temas sensibles u operativos. Los que miden miden por sus
silencios, lo que se juegan no miden porque se juegan diciendo lo que piensan.
Cualquier similitud con una sociedad hipócrita es pura coincidencia. Acaso sea
la fórmula para erigirse como referente en Coronel Dorrego, ser neutral en
todo. La política es política, y el debate político tiene insoslayables
ingredientes que en ocasiones se contraponen con dureza. Esquivar esa dureza
constituye una suerte de cobardía intelectual; quien no acepta esas reglas
debería a mi entender dedicarse a otra actividad. Por eso no nos van a callar
cuando desde esta humilde tribuna observamos que más allá del marketing y la
verborragia mediática seguimos afirmando que el debate dorreguense carece de
fundamentación política ya que nadie se plantea con data dura e información
valedera la dimensión de nuestras problemáticas y las políticas para
enfrentarlas. Varias veces afirmamos que la diversidad enriquece. El problema
es que esa diversidad no encuentra un correlato político en cuanto a su
representatividad. ¿Qué hacemos entonces cuando la democracia nos propone tal
dilema? Hacerse cargo de nuestras elecciones colectivas sería un buen comienzo.
Somos nosotros los que decidimos el formato ejecutivo y legislativo. Si Coronel
Dorrego tiene un perfil conservador en ambos poderes lo será por nuestra propia
voluntad.
¿Esto está mal? En lo absoluto. Es una elección
(política) de vida, una forma determinada de apoltronarse en el sillón,
cuestiones que reafirmadas democráticamente no deben tener ningún tipo de
censura, pero que si le caben estar sometidas a pensamiento crítico. El
concepto pueblo es muy difuso. Aceptando los términos planteados en un pueblo
coexisten varios pueblos. Convengamos que las percepciones subjetivas de
carácter político se desprenden de concretos intereses, egoísmos legítimos e
ilegítimos que pujan en un mar de conflictos hasta llegar a un estuario más
calmo, ya sea por acuerdo social o porque definitivamente el más poderoso
impuso condiciones hegemónicas, cuestión que no siempre se resuelven en las
urnas. Y esto último es a mí entender lo que ocurre en nuestro distrito, a tal
punto que esa cuota-parte sometida de la sociedad, motor irremplazable para
movilizar un cambio cardinal acepta con resignación y conformidad ese rol de
subsumisión que el poder real le tiene reservado.
Por ahora la UCR le ha presentado a la
población ese ideal dorreguense, un menú equilibrado en el que se incluye hasta
el colectivo opositor, un vecinalismo realmente que nació como una esperanza
política concreta y que para nada en cuatro años ha demostrado tener una
sintonía política distinta al oficialismo, conformándose con ser una fuerza
testimonial y meramente denuncista. El programa sigue siendo no herir
susceptibilidades de la mass media local dejando de lado los debates molestos,
priorizando no poner en riesgo ese orden establecido que curiosamente y como ya
dijimos encuentra conformidad hasta en los propios afectados y excluidos del
sistema.
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