lunes, 5 de octubre de 2015

TAPA::Dorrego Despierta lunes 5-10

La utopía tecnocrática
por Carlos Madera Murgui  #


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Las experiencias económicas extremas muestran con dramatismo el lazo que enhebra la vida de las personas con los grandes sucesos de la historia. Los argentinos tenemos cientos de anécdotas del modo en que las decisiones ministeriales de las últimas décadas trastocaron nuestra suerte. Con el rodrigazo (Isabel) los dolientes se acuerdan seguro, muchas familias perdieron un patrimonio atesorado laboriosamente,  mientras otras, endeudadas pasaban a pagar cuotas irrisorias. Con la tablita cambiaria ,(Alfonsin) unos pocos vivieron un festín de plata dulce, al tiempo que otros veían quebrar sus empresas o perdían sus empleos. Pero era solo el comienzo. Poco después vendrían la hiperinflación,  la confiscación de los depósitos bancarios, la euforia y la desilusión de la convertibilidad, las cuasi monedas , el corralito, las corridas bancarias, el default. 
Desde mediados de los años setenta, fuerzas impersonales e irrefrenables parecen desatarse y adueñarse del destino del país: los precios suben, los capitales vienen y se van, el déficit amenaza con desmadrarse, el dólar se vuelve una obsesión desesperante. Los más avezados denuncian a los sectores dominantes; parecen que conspiran una y otra vez, pagan asesores, manipulan gobiernos, imponen políticas. Las ciencias económicas se fueron erigiendo en el país en el templo de la sabiduría.

A partir de la dictadura, empezaron a aparecer en los medios los economistas, con centros de investigación, con asesorías a militares y políticos desconcertados, mientras vacilaban otros saberes. Como fuera, la prosapia económica se fue afirmando como una instancia sagrada o misteriosa. Cuando el desplome de la convertibilidad se abrieron interrogantes que habían estado clausurados durante años. Los  ministros económicos en una Argentina, ya sea con gobiernos militares o civiles fueron los más inestables de los gabinetes,  siempre.  Otra novedad surgió después de años y aunque fuera un fenómeno de larga data. La inflación se convirtió en el principal termómetro de crisis económica y por ende política, hasta hoy. Entre 1945 y 1974, la media de incremento anual de los precios se situó en torno del 28 por ciento, y estos valores estuvieron por encima de los promedios de todo el mundo. A partir de allí, con un espantoso endeudamiento dejó ya de considerarse un mal menor, mientras los especialistas comenzaban a explicar, los gobiernos empezaban a derivar potestades para resolverlo. Los economistas ya se convertían en una profesión de Estado. Luego llego la convertibilidad, y lo que no muchos recuerdan, se tomo la decisión en contra del Consenso de Washington, el FMI y gran parte del empresariado. Fue el “éxito” de la medida el que le otorgó poderosos aliados beneficiarios.  Gobernantes de diferentes épocas se han ocupado, años después claro, de aclarar que las responsabilidades políticas no estuvieron acorde con la situación. Sí, se nota y se recuerda, no se preocupen. En definitiva, los economistas lograron consolidar una confianza por sobre la política, que los autorizo a operar de modo incisivo y determinante sobre el cuerpo social, con el aval y la complicidad de los gobernantes. Eso no los excusó de avanzar en la incertidumbre, de escoger entre imperativos contradictorios, de provocar consecuencias tal vez más graves que el mal que intentaban conjurar. En algo hemos avanzado, las soluciones o los errores son políticos que toman los gobernantes que supimos conseguir, no economistas impuestos por tapas de diarios o corporaciones que “ patrióticamente “ prestaron sus funcionarios para blanquear un poder, que todavía no es absoluto, pero al menos, el político es quien marca la cancha.

# Conductor "Dorrego Despierta" de lunes a viernes de 7 a 9 por LadorregoAM1470

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