Lo que viene...lo que viene...lo que viene
por Carlos Madera Murgui
Por paradojas de los procesos históricos, el
sector medio alto, con altos niveles educativos y bien informado, que resultó
el de mayor deterioro socioeconómico durante la dictadura, fue el que
inicialmente y por largo tiempo ofertó mayor legitimidad social al proceso,
cuyo pensamiento como sector social, más allá de la edad de sus integrantes, en
líneas generales aún asigna legitimidad al golpe de estado del año 1976 y en
particular a la vieja “madre de todas las batallas” anunciado con claridad por
Alfredo Martínez de Hoz. Los augures
parecen querer regresar una y otra vez. Sus profecías, que desean fervientemente que se vuelvan auto cumplidas,
anuncian la inminencia de la catástrofe.
Alucinan un giro vertiginoso de los tiempos políticos y sociales que lleve al
país a un estallido brutal que solo podrá ser detenido por las fuerzas
genuinamente republicanas, retaguardia permanente de la patria amenazada por la
bestia populista. Sin pudor vociferan la llegada de un vendaval salvifico, de
esos que recogen de sus lecturas ultramontanas, aquellas en las que se describe
la llegada del apocalipsis redentor. Son
los heraldos de una violencia anunciada, y por la que se reclama protección ,que nos
hacen desayunar cada día con pronósticos de un fin arrasador. Escuchar a
dirigentes o periodistas de la oposición más frenética, es tropezarse con
descripciones demoledoras y salvajes del peor futuro inmediato…… Pero ya no se
dedican solo a denostar al gobierno ( tactica que parece ya no ser suficiente
para atizar el espíritu desestabilizador de cierta clase media muy dispuesta),
sino que ahora busca saciar su apetito reaccionario contra toda idea popular o
movimiento que apunte a ello. Disfrutan
con la exageración, amasan con placer los distintos componentes que
supuestamente harían falta para que de una vez por todas una tormenta
purificadora, se lleve puesto al gobierno, este gobierno, representante de una
minoría como insisten en afirmar sobre los ganadores de elecciones que no
superen el 50 por ciento del electorado, acá todavía no termino el designio de
una decisión popular, en todo caso, habrá que esperar para aplicar el polémico
cálculo. Y en todo caso, vale para todas las elecciones del país.
Es grave, demasiado grave, que quienes se dicen
gente de diálogo , quienes se reclaman como fervorosos defensores de convivencialidad
democrática, apuntalen un discurso que guarda una desmesura y una crispación a
la que supuestamente denuncian como parte de la idiosincrasia gobernante……… Ironías de una Argentina, que suele tener la
memoria corta allí donde prefiere ocultar sus propias responsabilidades. La violencia, esa de la que hablan, dicen, ha provenido del
poder , de sus injusticias y sus inequidades, junto a organizaciones sociales ,
gente de clase media que quien sabe por qué, quiere un futuro, luchando un
presente .Esos quienes precisamente con inmenso coraje le dieron un lenguaje a
los silenciados, y fueron capaces de inventar algo nuevo en el interior de un
orden corroído y envilecido allá por 2001.
No todo, claro, ha sido virtuoso, ni transparente,
se sigue reclamando autocritica y capacidad para eludir la tentación del
anquilosamiento burocrático y el facilismo que da el poder, pero la que podrá revisar ciertas acciones no
es la ofensiva macartista de aquellos que se ofrecen como víctimas cuando han
sido la mayor parte de las veces, victimarios de los olvidados de la historia.
La virulencia irresponsable con la que lanzan acusaciones, descompone la idea y
la práctica de la democracia para dejar paso a los discursos de la
beligerancia, multiplicando un relato que vaya infectando la vida cotidiana por
las señales inequívocas de un estallido por venir…o por seguir…… Pero el
problema, no lo tiene el gobierno, ni quienes así piensan y actúan, el problema
lo tenemos todos quienes seguimos sosteniendo la idea de una democracia que sea
capaz de tratar conflictos ,que sepa diseñar un itinerario hacia la mayor
justicia y equidad sabiendo que todo proceso en este sentido cuestiona
intereses poderosos. Habitar la democracia, recrearla continuamente, usarla,
disfrutarla, ejercerla, padecerla, es también salir al cruce de estas retóricas
de fin del mundo, de estos augurios
apocalípticos . Debemos aprender mucho de quienes a la luz del día, pero bajo
la sombrilla democrática han sabido ponerse a la cabeza de las demandas
silenciadas en un formato de país que nos incluya a todos . Estos adivinos no
solo deberán cuidarse de las acechanzas de la lucha de un legítimo poder
constituido sino más difícil todavía, de sus propias certezas.
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