Sin mucho para analizar.
por Carlos Madera Murgui
Cuando se rompe algo que producía cierto efecto de
interpretación, lo que cambia es la manera de leer el acontecimiento .El tema
por meneado, por maltratado, no es de mi predilección y Uds lo saben. Pero tratar
de conocer la realidad , si así no ocurriera , no fuerza a hincarse ante ella ,
y es condición necesaria para cualquier modo de acción política, incluyendo el
de querer modificarla. Puede parecer una exageración afirmar que se desconoce o
se niega la realidad, sin embargo, no es novedad. En un momento álgido de
inflación palabraria, con las elecciones encima, y que necesita imperiosamente de
ella, aparece en escena una especie de reconfiguración programática o una nueva
hoja de ruta, no bien ajustada todavía y
que nos permitirá saber en esta cerrada trama dorreguera, casi fortinesca, si
existe algo nuevo bajo el sol que levante la consideración mayoritaria de
quienes tenemos interés en saberlo y modificarlo. Parece que estamos de liga,
ya que a juzgar por los hechos de los últimos días hemos entrado en etapa
cíclica, casi de astrología, donde se suceden actos delictivos, lejos de
cualquier defensa , resguardo y prevención , pero de una consecutividad que
exacerba e impacienta una vez más en riadas metódicas, concordantes no sé con
qué , donde lo único que coincide es un paquete cercano en la cantidad de
hechos que se suceden cada tanto y que no sorprenden a nadie, convirtiéndose
esto último en lo más inquietante del asunto.
Preocupa aun más, lo
escaso de lo demostrado sobre el tema, o
la banalización de la importancia de los hechos, quedando supeditado todo a la
resignación de los afectados o la solidaridad del resto de los habitantes y los medios enmarcando lo sucedido en un hecho de lo cotidiano que precisamente debe
atacarse de una vez y sacarlo de la habitualidad en la cual se lo pretende
situar.
Cosas públicas de la seguridad pública, por excelencia, no
tienen tarjeta de identificación cuando tiene que existir, porque necesitarla,
la necesitamos y la exigimos todos. Y al decir pública, digo pública para todo
habitante de este suelo, nadie tiene, ni se debe arrogar el derecho de decir
quién necesita más seguridad. Me mueve a pensar en mezquindad y tontería tratar
de comparar, medir o cotejar la
seguridad en nuestro diario acontecer, por la importancia de sus bienes
materiales. Cuando la atildada preocupación transita en todos, por comprar o
vender (todo entre comillas), el Dorrego, tranquilo, cansino, para bien o para
mal, siempre lo hacemos, estamos lejos de habituarnos al menos, a un modo de
vida, al cual no deberíamos resignarnos, ante cantinelas importadas, muy de
justificación, muy estadístico, porque y repito cuando nos referimos a nuestro
pueblo, siempre lo decimos, esto es
distinto a todo. Para que ello ocurra, libremos resistencia y exijamos lo que
supimos conseguir o al menos el modo de vida que sí elegimos al permanecer
donde nacimos.
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