por Carlos Madera Murgui
Cuando las elecciones de
Tucumán jugaban sus primeras escaramuzas en las acusaciones cruzadas de los
dirigentes de los partidos políticos que podían pelear por la victoria para la
Gobernación del jardín de la República como se la bautizó alguna vez, parece
que hace mucho tiempo, por lo dilatado, por lo manoseado del tema. Tema que
debería haberse circunscripto a la importancia propia de una elección
provincial, con lo más, menos, de la disputa de dos postulantes, hablando de la
gobernación, en una supuesta paridad. En esos más calientes primeros días de la
novedad, donde como siempre pasa, enviados especiales capitalinos, cubren en el
mejor sentido toda la información de la actividad de una provincia y que no
siempre es así, sino que cuadró por lo de la elección. En interesante reflexión una cronista hablaba
sobre “ la potestad lógica de la voz del pueblo “ manifestada en la ya famosa
plaza tucumana, por sobre la actividad de la Junta Electoral Provincial que era
rechazada de plano por la cúpula opositora y por la razonabilidad de la
multitud quejosa. Excesos de la policía provincial en una represión ya
retrospectiva en la condición de los derechos de los ciudadanos de nuestro
país, alentaban una razón, además apaleada
que no era tal, al abrigo de la falta de argumentos legales, técnicos y hasta
políticos.
Comentar lo anterior
no significa que nuestro sistema no pueda, y deba, ser mejorado en muchos
aspectos. Es un sistema antiguo, lento y engorroso que cuando se aplica como en
Tucumán con muchas candidaturas multiplica sus defectos. Pero hay que resaltar
también que es, según todos los especialistas, un sistema seguro que
permite un control cruzado de todas las etapas del proceso y la boleta, por ser
antigua es simple, auditable y controlable. Es bueno recordar que en los 32
años de la democracia moderna que hemos utilizado ininterrumpidamente este
sistema no ha habido una sola denuncia de fraude comprobada en la Justicia.
Las reformas pensadas
no pueden ni deben hacerse en medio de un proceso electoral; hacerlo sería como
cambiar las reglas de juego en el entretiempo de un partido de fútbol; una
locura que sólo puede ser propuesta de buena fe por quienes nada entienden de
la mecánica institucional. Esto ya fue señalado por la Cámara Nacional
Electoral y es compartido por todos los especialistas, sustraídos de esta
vorágine de posiciones absurdas, como sostener una posición afirmativa hasta
que el escrutinio no es favorable y luego insistir en desconocer solapadamente
poderes constituidos salidos del republicanismo ultramontano que regula los
pasos de una oposición famélica y desorientada desconociendo la voluntad
popular. A algunos actores partidarios
no parece preocuparles tanto el tipo de sistema sino su resultado. Los
dirigentes de estos partidos deberían aceptar que no hay sistema electoral en
el mundo que pueda garantizarles que van a ganar siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario